La triangulación de las mediciones de los hidrófonos operados en el Atlántico norte y en el Índico por el organismo supranacional que supervisa las pruebas nucleares dieron la precisión de tiempo, distancia e intensidad de lo que definieron como un "
evento violento, singular, anómalo, corto y no nuclear consistente con una explosión" ocurrida a las 10.51 del 15 de noviembre pasado, muy cerca del talud donde acaba la plataforma continental argentina.
El dato trascendental acercado a la Armada por la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (OTPCE o en inglés CTBTO, ''Comprehensive Test-Ban-Treaty Organization'') confirma las peores presunciones: que el ARA San Juan sufrió un evento cataclísmico en plena navegación hacia Mar del Plata, a unas 30 millas náuticas al nor-noreste de su último punto de contacto radiofónico, a más de 400 kilómetros de la costa patagónica, frente al golfo San Jorge.
Los equipos de medición hidroacústica de anomalías sísmicas con los que se registran eventuales eventos nucleares están en la isla Ascención (británica, a mitad de camino entre América y África, a unos 2300 kilómetros de Recife) y en la isla Crozet, parte de un archipiélago subantártico francés situado al sur-sudeste de Sudáfrica, aproximadamente en el meridiano de la isla de Madagascar y en una latitud coincidente con Puerto Deseado, en Santa Cruz. O sea: dos sensores a 7000 kilómetros y otro a unos 10.000 kilómetros de distancia registraron el suceso catastrófico que habría hecho sucumbir al S-42.
El trágico anuncio cierra la puerta a la esperanza de encontrar con vida a los 44 tripulantes del San Juan. Ahora, las fuerzas internacionales que se unieron a las argentinas para intentar la búsqueda y rescate del submarino argentino se concentrarán en intentar ubicar dónde está el TR-1700. En caso de que haya ido a fondo más allá del talud de la plataforma continental, no se puede descartar que el casco resistente del buque haya colapsado irremediablemente. Veteranos marineros militares recuerdan el caso del Scorpion, un submarino nuclear norteamericano declarado perdido en junio de 1968, cuando navegaba con 99 tripulantes a unas 350 millas náuticas de las islas Azores, en el Atlántico norte. Terminó a 3000 metros de profundidad y allí yacerá eternamente.
El eventual hallazgo del casco del San Juan y la posibilidad de acceder a él podría dar más información que aquella simple definición transmitida a la Armada por el embajador austríaco este jueves por la mañana. Especialmente, para poder conocer por qué se produjo esa explosión, luego de que haya sido descartado categóricamente un hipotético ataque armado en su contra. La principal hipótesis apunta a un cortocircuito en los packs de batería que dan energía a la nave, más concretamente, el tanque 3, según confiaron a este diario calificadas fuentes de la Marina.
La presunción es que la detonación fatal se produjo cuando el San Juan navegaba en inmersión a unos 14 metros, es decir, a profundidad de periscopio. En esa situación pudo haberse producido una inesperada entrada de agua que haya llegado a la zona de baterías y, en consecuencia, haya generado un poderoso arco voltaico entre los bornes del tanque de generadores de estribor y el casco del buque, con resultado catastrófico.
Fernando Rodríguez / La Nación