Celebro el hecho de que el Parque Sarmiento se está transformando, ver que el Estado se compromete con la parte lúdica de los niños es absolutamente positivo, más aún es el hecho de que hayan pensado en que haya juegos para todos, integrados, donde nadie quede afuera.

Ahora bien, el domingo visité el lugar y me encontré con una realidad que me molestó, que algo sea público no implica que tengamos que hacer un uso desmedido, sin cuidado, irresponsable y hasta diría violento de lo que es de todos.

Si hay juegos para disfrutar en comunidad, léase personas diferentes en capacidades, intereses y hasta en cuestiones físicas, entender ese concepto y buscar el equilibrio.

Me encontré con un niño en sillas de ruedas que disfrutaba de la calesita pequeña, observaba que había una importante cantidad de niños junto a él, sin embargo me pareció hermosa esta oportunidad de compartir.

Sin embargo cuando el niño se bajó de la calesita y se dirigió con su papá hacia la hamaca preparada para poder acomodarlo con comodidad, el padre y su hijo tuvieron que esperar demasiado tiempo para que una niña, que podía ir a cualquier otra hamaca porque no tenía la problemática de este niño, saliera del lugar. Y acá el problema no está en lo que no ve esta pequeña, sino en que el padre no era capaz de tener en cuenta lo que estaba frente a sus ojos.

Que haya juegos integrados y haya la posibilidad de que todos lo usen me parece bárbaro, pero si hay una persona con algún tipo de discapacidad considero que es quien debe tener prioridad.

Hasta cuándo vamos a jactarnos de que el Estado no hace y le exigimos absolutamente todo, pero cuando tenemos, nos da, se ocupa, no lo valoramos y menos aún cuidamos.

Puedo seguir el relato de ver la calesita pequeña con más cantidad de niños de lo que puede soportar y sentir pena porque no creo que dure tanto tiempo si se cree que todos se pueden subir en masa.

Y repito la culpa no es de los niños, está en los adultos que no colaboran a que se haga un uso compartido, respetuoso, cuidado y sobre todo que piense en el otro.

Todos podemos tener la misma experiencia de disfrute si usamos un tiempo prudencial los juegos compartidos, si los cuidamos entre todos, no basta sólo con hacerse una selfie con los hijos y mostrar la felicidad de una tarde de parque, hay que educar en el juego, en el ser con los otros y preservando lo que está hecho para toda una comunidad.

Hay que abrir más los ojos, que la felicidad de un domingo por la tarde no te impida ver las distintas almitas que andan sueltas y que también quieren compartir y tener el derecho a disfrutar con lo que se hizo para todos.