Por resumir, si en el borrador anterior se impedía a los Estados miembros gravar a los productores de energía renovable antes de 2026 (para intentar ayudar de forma indirecta al crecimiento y expansión de estas fuentes), en el de ahora se dice que sí podrán poner algún tipo de impuesto desde ya mismo, aunque con matices que ahora veremos.
Así es el nuevo “impuesto al sol” europeo: a cambio de esta inclusión de última hora, se concede una ampliación del tope de capacidad instalada, de 25 kW a 30 kW. Para entendernos, un hogar normal puede autoabastecerse con una red de 4 kW de paneles solares. A ojo de buen cubero, 30 kW es el equivalente a tener instalados 114 paneles solares.Además, sólo podrán acogerse los países que tengan más de un 8% de autoconsumo instalado (en la UE, Italia y Alemania) o si la electricidad producida por el autoconsumo se respalda a través de sistemas de apoyo financiero. ¿A quién perjudica entonces? A los medianos, a grandes productores... Y a las instalaciones que reciban actualmente primas.
El dilema alemán: según cuentan en El periódico de la energía, la responsable de todo esto habría sido Alemania, que ha movido fichas para no ver perjudicada su política energética actual. Los germanos tienen un problema con el autoconsumo: está fuertemente subvencionado, la gente está instalando a lo loco y, como les sobra cogeneración y no tienen una red de distribución pensada para los pequeños productores, les está saliendo caro. ¿Cómo de caro? En los años 2000, un político alemán dijo que no saldría a más de un euro al mes para cada ciudadano. La realidad es muy distinta: en los próximos siete años años cada contribuyente alemán van a tener que pagar, además de todos sus gastos energéticos corrientes, unos 450 euros al año vía impuestos indirectos sólo para este plan.
Energiewende: así se llama todo el plan de reestructuración energética alemán. Es el plan verde más ambicioso de toda Europa, con un objetivo de reducción de emisiones de carbón en un 95% para 2050, y lo tienen muy avanzado, pero esto les ha colocado en la difícil posición de ser el país más verde y a la vez el más negro. Se propusieron como objetivo aumentar las renovables una barbaridad, y encima, después de Fukushima, empezaron a desmantelar todas sus centrales nucleares. Resultado: su mix energético consiste en un 45% de energías renovables y a la vez en un 40% de carbón y combustibles fósiles. Son el tercer país europeo con más emisiones contaminantes y con la segunda energía más cara de Europa.
Alejándonos de los objetivos de París: los políticos alemanes quieren, necesitan que, hasta que llegue 2035-2040 y toda esta conversión energética teóricamente de sus frutos (con lo que dejarían de tirar del carbón que tienen apilado en el país), los ciudadanos dejen de pagarlo todo y el sector energético, que son los responsables del 30% de las emisiones, empiecen a pagar algo. Claro que, con esta nueva normativa, muchos Hanz o Helga con su parcela campestre podrían disuadirse del plan de instalar los paneles solares que tenían previsto poner. El futuro nos dirá si energéticas o industrias se apuntan a incrementar sus instalaciones renovables, pero las predicciones actuales apuntan a que su conversión se va a ralentizar. Encima, otros países europeos tienen ahora carta blanca para poner sus versiones (limitadas, como hemos visto) del “impuesto al sol”.