Al regresar a sus hogares siniestrados al perder fuerza la lluvia, los habitantes empezaron a darse cuenta de la amplitud del desastre: hay barrios enteros inundados, vehículos en medio de cráteres formados en unas carreteras completamente destruidas, enormes riadas de barro y puentes arrasados, entre otras escenas de devastación.
"Los socorristas ayer se desplazaban en barcos debido a la amplitud de las inundaciones, pero el agua se está retirando hoy progresivamente y si el nivel baja lo suficiente, podrán acceder a zonas muy afectadas por la ruta o a pie", explicó por teléfono una portavoz de la oficina de gestión de catástrofes de la prefectura de la provincia de Okayama. "Hoy no llueve, pero debemos mantenernos alerta ante las riadas de barro", insistió.
"Las operaciones de rescate se mantienen las 24 horas del día", dijo ayer Yoshihide Fujitani, un responsable de gestión de catástrofes de la prefectura de Hiroshima. "También nos estamos encargando de las personas evacuadas e intentamos recuperar las infraestructuras vitales como la red de agua y gas", declaró Fujitani. "Hacemos todo lo que podemos".
"Es una situación anormal frente a un peligro inminente, no se acerquen a las zonas de riesgo, permanezcan atentos", insistió un responsable de la agencia meteorológica, Yasushi Kajiwara, en declaraciones a la prensa.
Las precipitaciones entre el viernes y el domingo alcanzaron niveles récord en 93 puntos de observación de 14 prefecturas. En el terreno se desplegaron unos 54.000 bomberos, policías y militares de las Fuerzas de Autodefensa, "esforzándose al máximo para salvar vidas", según dijo el primer ministro japonés, Shinzo Abe.
Hasta 5 millones de personas recibieron órdenes de evacuación, pero la consigna no era obligatoria y en algunas ocasiones, cuando el agua subía muy rápido, podía resultar más arriesgado intentar salir que refugiarse en una terraza.
Fuente: La Nación