La producción pasó de 4,5 toneladas en 1874 a unas espectaculares a 36.000 toneladas en 1880.
Estados Unidos acabó estando recorrida por aquellas vallas de alambre de espino, pero la verdadera revolución llegaría en 1876. Alexander Graham Bell se sacaba el teléfono de la manga, pero aquel invento necesitaba redes de cable para funcionar.
¿Adivináis cómo se solucionó gran parte del problema? Bingo.
Granjeros más friquis de lo que cualquiera imaginaría
Inicialmente las empresas que dominaron la telefonía (Bell Telephone era el gigante de la época, claro) descartaron su implantación en áreas rurales por el coste que impondrían las infraestructuras para llevar el cable hasta esas poblaciones.
Sin embargo la revolución rural americana, que agrupó a los granjeros y ganaderos en asociaciones cooperativas, acabó solventando el problema por su cuenta, y crearon miles de "cooperativas telefónicas", pequeñas redes telefónicas que enlazaban varias decenas de hogares.
Lo fantástico de esas redes "pirata" es que en lugar de utilizar la infraestructura oficial basada en cables de cobre aislado para desplegar el servicio, acabaron usando ese alambre de espino que ya estaba instalado y que permitía que los costes operativos fueran mínimos. El coste del servicio era muy inferior al urbano, y el mantenimiento de la red estaba realiazada por voluntarios.
Esa genialidad dio acceso a que miles de granjeros de todos los Estados Unidos pudieran comunicarse telefónicamente, y entre ellos, atentos, estaba Claude Shannon, que algunos consideran "el arquitecto de la era de la información", y que cuando era niño se encargó de "cablear" casi un kilómetro de alambre de espino para comunicar su granja con la casa de un amigo. En 1920, reza la leyenda, Claude era un niño, pero tres millones de granjeros ya utilizaban este método para comunicarse.