La intención del Pontífice es volver al país que lo vio nacer, aunque sea fugazmente; en Roma, reflexionan que "necesita que los dirigentes argentinos lo dejen ser papa" y aseguran que le dedica muy poco tiempo a las cuestiones políticas del país.
Me gustaría visitar la Argentina el año próximo". Esa será la única frase queel papa Francisco pronunciará sobre su país. La serenidad y el fresco en los ambientes de Santa Marta contrastan con la Roma caótica, caliente bajo un sol implacable, que se abre a pocos metros de donde está el Pontífice. Franciscoacaba de reunirse con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, con quien suele conversar tanto de la paz mundial (la obsesión del Papa) como de literatura rusa. "Nos gustan los mismos clásicos", desliza Francisco. La conversación del Pontífice con este periodista transcurre sobre sus fricciones con los sectores ultraconservadores de la Iglesia. "No me enfrento a ellos. Que digan lo que quieran. Yo no respondo", sintetiza. A su lado, precisan que se trata de sectores minoritarios con una fuerte referencia en ciertas franjas de la Iglesia norteamericana. Disponen de mucho dinero, aceptan. También hace mención a su salud, que la califica de inmejorable. Está bien. Se lo nota bien. El resto del diálogo remite a anécdotas compartidas cuando él era cardenal de Buenos Aires. Elude la política argentina. Sabe que su figura es tironeada por los distintos sectores de la vida pública argentina y no le gusta el papel en que lo colocan.
Sin embargo, todavía quedan en el Vaticano, casi desierto por el verano boreal, algunos cardenales y arzobispos que conocen el caso argentino. Saben, por ejemplo, que la política argentina usó hace poco una referencia del Papa al lawfare, una palabra recientemente acuñada que refiere a la "guerra jurídica" para arruinar al oponente. Esa alusión papal la usó Cristina Kirchner para victimizarse. "Allá ella con su interpretación", dice un prelado que prefiere el anonimato. El Papa, asegura, no se estaba refiriendo a lo que sucede en la Argentina. De hecho, el juez argentino más activo en las investigaciones de los casos de corrupción del kirchnerismo es Claudio Bonadio, amigo de Francisco desde hace más de 30 años. "Es el único juez -agrega otro dignatario vaticano- que no se pavonea con su amistad con el Papa ni buscó nunca una fotografía con él". Francisco rescataba insistentemente su amistad con Bonadio, es cierto, cuando este era perseguido durante los últimos años del gobierno de Cristina Kirchner.
Aquella alusión del Papa al lawfare ocurrió en una reunión de jueces del continente americano y fueron los estadounidenses los más preocupados por la proliferación de la "guerra jurídica". "El Papa pensó en casos que son evidentes en otros países americanos, no en la Argentina", explican funcionarios vaticanos. Resaltó de esa reunión la fotografía con el exjuez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni, quien poco después promovió una revisión de la gestión de los jueces argentinos en los casos de corrupción del kirchnerismo. "Yo estuve ahí, dice un cardenal, y fue un instante. El instante de la foto. No hubo ningún diálogo entre ellos. El Santo Padre ni siquiera se acordaba de quién era Zaffaroni". El Papa se fue de su país hace ya seis años y medio.
Estuvo mucho más tiempo con la candidata de Mauricio Macri a procuradora general de la Nación (jefa de los fiscales), Inés Weinberg de Roca, porque esta le contó su situación y le aclaró que aún no tiene el acuerdo del Senado. "Rece por mí", le pidió ella al Pontífice. Un alto prelado subraya la manipulación a la que es sometido el Papa en su país. "¿Qué habría sucedido -se pregunta (y se responde al mismo tiempo)- si hubiera recibido a una candidata de Cristina Kirchner sin acuerdo del Senado? ¿Cuántas cosas se hubieran dicho sobre el supuesto apoyo de Francisco a una candidata de la expresidenta? Pero la señora Weinberg ni siquiera figuró en las crónicas periodísticas".
Su conclusión es que cada acto del Pontífice es mirado en la Argentina como un gesto hacia la política argentina. "El Papa necesita que los dirigentes argentinos lo dejen ser papa", reclama un prelado. La palabra "prudencia", como recomendación y consejo, es la que más se escucha cerca del Papa.
Hace poco, Francisco se reunió con medio centenar de empresarios petroleros, a los que les pidió el cuidado del medio ambiente.
Hubo algunos que se entusiasmaron en el acto con las energías renovables en lugar del combustible fósil. El Papa reaccionó reclamando prudencia. Justo él, que es autor de la encíclica Laudato si' (un alegato contra la degradación del medio ambiente), les dijo a los empresarios que la transición entre la energía renovable y la tradicional debía hacerse con mesura para ir llevando el trabajo de una hacia la otra. "Una transición rápida puede dejar a mucha gente sin trabajo", les advirtió.
Lo cierto es que Francisco, con innumerables conflictos dentro y fuera de la Iglesia, le dedica muy poco tiempo (casi nada) a la política de su país. De hecho, se enteró hace pocos días de que Roberto Lavagna había decidido ser candidato a presidente. Sabía, sí, sobre la incorporación de Miguel Ángel Pichetto a la fórmula de Macri y de la candidatura presidencial de Alberto Fernández junto con Cristina Kirchner. Cuentan que un argentino le habló en días recientes de la candidatura de Axel Kicillof. El Papa lo miró sorprendido y le preguntó: "¿Candidato a qué es Kicillof?".
Si hay algo que en el Vaticano desagrada especialmente es la utilización de la figura del Papa por parte de algunos dirigentes. El nombre más mencionado, aunque no el único, es el del exembajador en el Vaticano Eduardo Valdés. Funcionarios importantes de la sede papal suelen aclarar que durante su gestión en el Vaticano, Valdés fue recibido solo dos veces por el Papa. Un tercer y breve saludo, ya como exembajador, sucedió luego de una misa durante la visita de Francisco a Chile. Valdés apareció de la mano de un sobrino bisnieto de Ceferino Namuncurá, un líder mapuche que se convirtió al catolicismo a fines del siglo XIX. Namuncurá aspiró al sacerdocio, pero murió de tuberculosis antes de recibir los hábitos. El jefe mapuche fue protegido en su tiempo por varios papas. ¿Podía Francisco negarse a recibir a un descendiente de Namuncurá? Hace tiempo que el Papa tampoco recibe a Juan Grabois.
"En un año electoral en la Argentina, el Santo Padre no recibe a ningún dirigente de la política argentina", señala un arzobispo que lo frecuenta. "El Papa, asegura rotundo, no tiene ninguna predilección política en las próximas elecciones argentinas. Ninguna. Jamás lo escuchamos pronunciarse sobre el proceso electoral de su país".
La única prioridad del Pontífice respecto de la Argentina es que, luego de las elecciones, pueda superarse la fractura política entre los argentinos. No obstante, prelados cercanos a él analizan que el fenómeno de la polarización, la división y el enfrentamiento ocurre en varios países del mundo. Son muchas las naciones de América y de Europa, añaden, con sociedades fragmentadas por el rencor y, a veces, por el odio.
"Así no se puede construir un futuro y ni siquiera un presente", dicen, y agregan: "Al Papa le llama la atención, por ejemplo, cuando aquí se sorprenden porque va a tomar un café con el papa emérito Benedicto XVI. No son enemigos. Francisco lo quiere mucho y recibe buenos consejos de su antecesor. Benedicto, a su vez, lo defiende permanentemente a Francisco. Esa es la clase de relaciones que promueve Francisco", destacan.
Aunque la agenda de visitas internacionales del Papa debe pasar por varias instancias del Vaticano antes de que se concrete un viaje, lo cierto es que la expresión "me gustaría visitar la Argentina el año próximo" es casi una orden. Lo es para un sistema piramidal en el que el Papa es un monarca absoluto. Estuvo a punto de poner los pies en la Argentina en noviembre de 2017, después de las elecciones argentinas de medio término, pero lo frenó el proceso electoral en Chile, donde también iba. Chile estaba a punto de elegir un nuevo presidente en lugar de Michelle Bachelet. Le quedaba como fecha posible enero de 2018. "Pero en enero en la Argentina no está ni el perro", relata un prelado cercano al jefe de la Iglesia Católica.
No es casual que Francisco haya elegido el actual momento para anunciar que irá a la Argentina durante 2020, seguramente en el segundo semestre. Es probable que el viaje incluya a Uruguay, país que todavía no visitó. Debía ser ahora, antes de que ocurra cualquier elección. Nadie podrá decir después que decidió visitar su país porque ganó uno u otro candidato. Ese fue el consejo, además, que recibió de varios prelados argentinos, a los que vio hace poco en la visita ad limina de los obispos de su país a Roma.
"Tiene que anunciar el viaje antes de que empiece el proceso de elecciones", le dijeron. Francisco estableció alguna fecha probable con el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, pero el momento preciso debe definirse todavía. Solo se conoce la voluntad del Papa: volver al país que lo vio nacer, aunque fugazmente, en el próximo año, cuando quizá los ánimos de muchos argentinos se hayan serenado después de las elecciones que elegirán (o reelegirán) a un presidente.