Bianca, una instragramer cayó en las manos de Brandom quien retransmitió en tres redes sociales su degüello brutal. "Lo siento mamones, tendréis que encontrar a otra persona a la que orbitar", escribió en Discord. Se dirigía a los llamados 'beta orbiter', como él. Son jóvenes inhábiles sociales que hasta pagan por ver fotos de sus instagramer favoritas
Para la policía de Útica, una somnolienta ciudad de 60.000 habitantes cercana a Nueva York, el 14 de julio empezó a torcerse muy temprano, a eso de las siete de la mañana. La centralita de la comisaría se vio saturada con numerosas llamadas de personas preocupadas, que afirmaban haber visto en Instagram y otras redes sociales como un joven cubierto de sangre había decapitado a una muchacha y estaba circulando en un coche por las calles de la ciudad, retransmitiéndolo en directo. Lo que podía haber sido una broma pesada se transformó de súbito en algo mucho más real cuando el teléfono sonó una vez más. En esta ocasión, al otro lado sonaba la voz agitada de un muchacho de 21 años, Brandon Clark, que aseguraba que había degollado a Bianca Devins, de 17 años y que se iba a suicidar.
El sistema de localización de llamadas ubicó al joven en Poe Street, una pequeña calle sin salida al norte de la ciudad. Un par de coches patrulla se desplazaron al lugar y al llegar allí se encontraron un espectáculo atroz.
Un SUV negro estaba cruzado en medio de la calle. Sentado en el suelo, apoyado contra una rueda del coche, con un teléfono en una mano y un cuchillo de grandes dimensiones en la otra, estaba Brandon Clark. En cuanto vio a los agentes, con una sangre fría espeluznante, comenzó a acuchillarse a sí mismo en el cuello. Los agentes se acercaron y en ese momento Clark se levantó y se acercó hasta una lona verde situada a pocos metros. Antes de que los policías pudiesen impedirlo, Clark levantó la lona y dejó a la vista el cadáver a medio decapitar de Bianca Devins. A continuación, con su móvil, empezó a grabar un confuso vídeo en el que aparecían ambos, cubiertos de sangre. Cuando los agentes le redujeron, Clark estaba tratando de subir ese vídeo a las redes sociales.
¿Qué había pasado allí? ¿Era un atraco que había acabado mal, otro triste caso de violencia de género o había algo más? Para que puedan entender de qué va todo esto necesito que me acompañen a unos meses antes y que se sumerjan conmigo en una subcultura que vive en Internet, poblada sobre todo por chicos muy jóvenes -como sus hijos, hijas o nietos- y que tiene un vocabulario propio. Puede que algunas de las cosas que les explico ya les suenen, pero es necesario para comprender esta historia.
Para empezar, la víctima, Bianca Davis, era una instagramer en ciernes. Con 17 años, Bianca pretendía ganarse la vida como muchos influencers de Instagram, la red social de moda en la que la gente publica fotos de su vida diaria, sus viajes, su comida o cualquier otra cosa que puedan imaginar. Algunos de ellos ganan considerables sumas de dinero gracias a los patrocinios publicitarios y los pagos de sus propios seguidores. Como la competencia para atraer la atención es feroz, Bianca había escogido meterse en un sector -llamémoslo así- en el que una chica guapa y joven destacaría mucho más: El de la comunidad gamer, los usuarios y jugadores de videojuegos.
Allí empezó a atraer la atención de muchos usuarios, mayoritariamente hombres, seducidos por las originales fotos que colgaba la muchacha. En un determinado momento Bianca decidió utilizar otra red social, llamada Discord, en la que las usuarias -no era su caso- pueden obtener un dinero extra permitiendo que aquellos seguidores que desembolsen dinero accedan a contenidos más... exclusivos.
Si les chirría que una menor de edad pueda manejar una red de estas características, permítanme que les diga que no es inusual. En las últimas 48 horas, y sin hacer una búsqueda exhaustiva en esas redes, yo mismo he podido encontrar al menos una docena de perfiles parecidos a Bianca. La mayoría ofrecen cosas inocentes a sus usuarios Premium, como partidas exclusivas, acceso preferente a vídeos de partidas y cosas por el estilo. Otras van un paso más allá y sugieren contenidos más subidos de tono o directamente sexuales. En todo caso, es algo lícito, siempre que sean mayores de edad, aunque esto último en ocasiones es difícil de precisar a juzgar por las fotos de perfil.
En torno a estas chicas aparecen casi siempre una serie de personajes que son llamados en Estados Unidos de forma despectiva los Beta Orbiter, los orbitadores beta. Hace referencia a que frente a los descritos como machos alfa, seguros, seductores y con carisma, estos son betas, tipos inseguros, tímidos y sin grandes dotes sociales que orbitan en torno a algún personaje femenino que les atrae. En el anonimato de las redes pueden hablar con mujeres a las que, de otra manera, ni se atreverían a acercarse. Para que me entiendan, lo que vulgarmente, y de forma bastante cruel, se ha venido llamando pagafantas en España. Y Brandon Clark era uno de estos últimos.
De alguna manera aún por determinar, Clark consiguió llamar la atención de Bianca Devins y así quedar con ella. Y a partir de ahí, la pesadilla. Como si fuese un videojuego, Clark pasó las siguientes horas con la joven, a la que degolló de forma salvaje. Desde ese momento, la locura en redes. En un perfil de Instagram -ya cerrado- llamado Yesjuliet, Clark empezó a publicar vídeos y fotos enfermizas. La primera, una foto de una autopista por la noche, tomada desde el asiento del conductor, con el siguiente mensaje escrito sobre ella: «Aquí llega el infierno. Hay redención ¿verdad?».
La siguiente, una imagen del cuerpo de la joven parcialmente decapitado en el suelo del coche, con el mensaje «Lo siento, Bianca» escrito sobre su brazo salpicado de sangre.
Pero si eso no fuese suficiente, en otra red, Discord, Clark publicó otra foto del cuerpo degollado de la joven junto con el mensaje más extraño de todos, dirigido a sus compañeros pagafantas: «Lo siento, mamones, tendréis que encontrar a otra persona a la que orbitar». A continuación, una descarga de mensajes inconexos: «Mi puto coche» «Me he follado a la gilipollas de Bianca» «Recordad suscribiros a Pewdiepie» (un famoso youtuber) «También al puto maricón Alex con nombre de usuario chino» y los dos últimos, mas estremecedores: «Espero que haya valido la pena. Ella se iba a ir a casa hoy».
Llegados a este punto, supongo que ya tienen una imagen de la escena. Una chica joven que lucha por hacerse popular en las redes, una multitud de seguidores pagafantas y uno de ellos que decide asesinarla para quedarse con el trofeo y no compartirlo, pero que además necesita hacérselo saber al mundo de forma compulsiva a través de esas mismas redes sociales. Las mismas que están ahí, al alcance de cualquiera, a un solo clic.
VIOLENCIA MACHISTA
Hablo con Jen Herranz, una de las reporteras y presentadoras más conocidas de la comunidad española de videojuegos, para que me ayude a entender todo esto. «Para mi es un caso de violencia machista», me dice con rotundidad. «Hay una actitud muy despectiva en esos círculos hacia las chicas que deciden empezar a jugar en redes. Nos ven como objetos o no nos toman en serio». Le pregunto si cree que algo similar podría pasar en España y, tras dudar un momento, me responde: «Podría pasar en cualquier parte, aunque es verdad que vivimos en una sociedad menos violenta que Estados Unidos. De todas formas las chicas que estamos en la comunidad española nos apoyamos mucho entre nosotras y estamos muy atentas a este tipo de comportamientos».
Me surge la duda de si en España hay personajes en las redes como Brandon Clark, con este perfil de beta orbiter. Jen Herranz es rotunda «Por supuesto que si, pero aquí no les llamamos así. Y de hecho, yo soy muy seria en lo que hago en mi trabajo para evitar malos entendidos, aunque me consta que hay otras usuarias que lo hacen de otra manera. Algunas incluso llegan a dar su número de teléfono a sus seguidores Premium. Me parece muy arriesgado».
Así que ya ven: Instagram, Youtube, Discord... nombres que en ocasiones no sugieren nada más que simpáticas fotos o vídeos de partidas interminables de cualquier videojuego, pero que de fondo esconden algo mucho más denso y oscuro, un complicado sistema de clases donde la competencia es feroz y en el que los usuarios no dudan en comprar y vender espacios virtuales de exclusividad y de su propia intimidad. El problema surge cuando las fronteras entre lo virtual y el mundo real caen, como en el caso de Clark y Devins, y quien cruza esa línea es un perturbado con ansias de notoriedad.
COMUNIDAD SINIESTRA
No me cabe la menor duda de que el caso de Devins podría haber sido al revés, es decir, un hombre instagramer popular perseguido y asesinado por una seguidora enloquecida, aunque si que es verdad que el perfil normalmente se corresponde con un varón. Hablando con Jen Herranz me desliza un nombre -otro más- de una comunidad bastante siniestra para mi gusto: Los incels, los célibes involuntarios, hombres que aseguran que son incapaces de conseguir relaciones sexuales con mujeres porque ellas les rechazan sistemáticamente y que por lo tanto, y para evitar violencia contra las mujeres, sostienen que el sexo debería ser regulado por ley y obligatorio para ellas, quieran o no.
Si a estas alturas sienten que pierden pie, les entiendo. Es todo un submundo con reglas y normas propias, en el que nada es lo que parece y las fronteras son muy difusas. Pero lo más inquietante de todo es que los habitantes de ese mundo son personas normales y corrientes, con los que usted se cruza todos los días: su vecino, su jefa, alguno de sus amigos, sus hijos, sobrinas... o usted mismo. La gran mayoría son personas normales que solo pretenden evadirse o pasar un buen rato, pero nunca hay que bajar la guardia. En cualquier rincón, agazapado detrás de una pantalla, puede haber otro Brandon Clark esperando su momento. Y nunca se sabe por dónde va a salir.