En plena madrugada se sintió el golpe y luego el aullido. Se había caído la gatita de la terraza y fue justo al patio de una casa antigua y deshabitada. Allí comenzó el calvario.

Oscuro, con paredones altos y peligrosos, pese a los intentos, el rescate se hizo imposible. Hubo que esperar éste amanecer, en este clima tan extraño que vive nuestro mundo, para volver a probar algún método de salvar al animal. Sogas, ganchos improvisados y escaleras cortas fueron descartados ante el fracaso.

Se decidió, uno de los vecinos lo propuso, llamar a la policía. Claro que hubo cierto escepticismo (con el lío que hay, mirá la hora, no te va a dar bola). Llegaron prestos, treparon por un paredón lateral y con una vitalidad asombrosa y poniendo en riesgo su integridad, el oficial Francisco Miranda y la agente Ariadna Ritacaza, luego de un notable esfuerzo regresaron la gatita a su hogar.

Puede ser una noticia  intrascendente, pero en el estado en que estamos, en esta crispación general ante la angustia que nos depara el mañana, como vecino me conmovió.

Son gestos y acciones que nos reconfortan. Dedicación y profesionalismo para una policía que es descalificada casi a diario. Una esperanza fuerte de un país (en un mundo) que necesariamente va a refundarse, ojalá que sea en este marco sensible y solidario.

De Rubén Lucero