Cuando un dispositivo electrónico se “muere” sin más, lo más probable es que no haya sido culpa del usuario, sino por este factor en el que las marcas están involucradas
Sí, es vedad que los aparatos electrónicos se descomponen por sí solos, sin necesidad de que sufran golpes, descargas eléctricas, uso inadecuado o cualquier otro desperfecto que pudiera derivar en fallas. Esto es debido a algo llamado obsolescencia programada.
No se trata de una teoría de la conspiración o un cuento cyberpunk, el hecho de que los aparatos estén programados desde fábrica para tener un tiempo de servicio limitado con el objetivo de que el usuario se vea en la necesidad de comprar uno nuevo.
Así que probablemente no fue tu culpa si en el pasado un celular, tableta, pantalla, radio, secadora o cualquier otro gadget se “murió”. Eso sí, no hay que olvidar que una buena usanza del producto sigue siendo primordial para determinar el tiempo que será útil, ya que no se puede culpar a una empresa por el mal uso.
¿Cómo funciona la obsolescencia programada?
Este efecto suele ser planificado desde los fabricantes, quienes calculan el tiempo de vida de sus productos, con el objetivo de reducir deliberadamente su utilidad y hacer que los usuarios compren uno nuevo, ya que incluso las reparaciones pueden tener un costo alto.
Es decir, funciona a través de la planificación de la marca que programa la muerte de sus productos con fallas irreparables o inexplicables, o sacan un nuevo para dar la idea de que el anterior no puede ofrecer el mismo funcionamiento. Hay varios tipos de obsolescencia y la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), organismo que regula productos en México, los describe de la siguiente forma:
-Obsolescencia funcional y tecnológica: Se da debido a un defecto funcional, avería o incompatibilidad.
-Obsolescencia de calidad: Después de un corto tiempo el producto presenta fallas y mal funcionamiento
-Obsolescencia psicológica: Se siembra la idea de que el producto deja de ser el de novedad o el última tendencia.
Cabe apuntar que, como cualquier otra cosa, después de una vida útil en donde sirve de forma óptima, lógicamente llegará a un proceso de desgaste por su uso frecuente. Mientras que la obsolescencia programada es una estrategia planeada para volver inútiles los dispositivos y obligar a comprar de nuevo.
Con la finalidad de regular y que las empresas no se salgan con las suyas para vaciar las carteras de los usuarios, en algunos países como Francia la obsolescencia programada es un delito, por lo que los fabricantes están sometidos a criterios de durabilidad, para lo cual deben establecer estándares de medición, prueba y verificación.
Para atacar el problema de forma global se plantea una nueva visión circular para los aparatos electrónicos, también conocida como “producción de ciclo cerrado”. Consiste en ampliar la duración de los aparatos y contemplar procesos de reciclaje de los componentes que son valiosos pero peligrosos para la salud humana o el medio ambiente.
Se puede considerar aumentar los periodos de garantía para que los consumidores puedan acceder de manera fácil y gratuita a reparaciones que eviten la recompra.
¿Cuál es su antecedente?
Es verdad cuando los abuelitos dicen que los aparatos electrónicos duraban más antes. Como se dijo, la obsolescencia programada es planificada por las empresas, sin embargo, esto tiene sus antecedentes en el siglo pasado, durante la Gran Depresión.
Inició en dos industrias, primero en la de automóviles, al nacer el concepto del modelo del año, similar al que entonces manejaban las bicicletas, centrándose inicialmente en que las personas vieran su coche como obsoleto frente a los nuevos y lo reemplazaran sin necesitarlo. Esto es conocido como “obsolescencia dinámica”.
Más tarde, para estimular el consumo en aquella época donde había una crisis económica, se definió la obsolescencia de los bienes, pues al dejar de servir un producto el usuario deberá comprar uno nuevo. Esto también se vio en la industria de los focos o bombillas, pues comenzaron a bajar la durabilidad a 1,000 horas frente a las 1,500 o 2,000 que eran habituales, surgiendo así un nuevo método de programar los productos por un tiempo de vida.