Apareció un mediador accidental en la guerra de Ucrania: Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco. Goza de la confianza de Vladimir Putin. Los dos tienen el mismo estilo autoritario de gobernar. Tuvieron un contacto estrecho mientras los ejércitos de los dos países intervenían en la guerra civil de Siria.
Turquía se fue posicionado con mucho cuidado para ser el intermediario con Rusia y Ucrania, y parece que esa jugada está dando sus frutos. Turquía es miembro de la OTAN y tiene también diálogo directo con los miembros de la organización de defensa militar occidental. En Estados Unidos y en Europa lo miran con gran desconfianza, pero es el canal abierto que tienen con Moscú y están dispuestos a aprovecharlo.
El jueves por la tarde, Putin llamó Erdogan, y le dijo cuáles eran las exigencias precisas de Rusia para un acuerdo de paz con Ucrania. Del lado turco escuchó la conversación el asesor y portavoz de la presidencia, Ibrahim Kalin, quien después dio precisiones a la prensa de Estambul y en una entrevista con John Simpson de la BBC.
Según Kalin, un prestigioso académico especializado en temas islámicos, las exigencias rusas se dividen en categorías y “las cuatro primeras no son demasiado difíciles de cumplir para Ucrania”.
De acuerdo a las exigencias de Putin, Zelensky debería aceptar la anexión de Crimea y buena parte del Este ucraniano por parte de Rusia. (Foto: Presidencia de Ucrania)
La principal demanda de Putin tiene que ver con su “caballito de batalla”: que Ucrania se mantenga alejada de la OTAN y que se comprometa a que nunca va a solicitar su ingreso en la organización. El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, dijo esta semana que su país ya no aspira a formar parte de la alianza militar occidental. Fue una respuesta directa a Putin mientras sus delegados seguían negociando con los pares rusos.
Las otras tres exigencias rusas de esta primera “categoría” están destinadas a “lavar la cara” de Putin. Son puntos que el líder ruso podría presentar ante sus acólitos como una victoria aplastante en esta guerra: Ucrania tendría que someterse a un proceso de desarme para garantizar que no es una amenaza para Rusia. Tendría que proteger la lengua rusa en las zonas ucranianas donde se sigue hablando. Y debería comprometerse a realizar algo que Putin denomina “la desnazificación”, pero que nadie comprende exactamente de qué se trata.
Esto es profundamente ofensivo en particular para Zelensky, que es judío y algunos de cuyos parientes murieron en el Holocausto. También porque su gobierno es de características liberales y no tiene nada que ver con la extrema derecha nazista. Y porque Ucrania sufrió enormemente la invasión nazi de 1941 hasta 1945. Los mediadores turcos creen que quizá sea suficiente con que Ucrania condene todas las formas de neonazismo y prometa reprimirlas.
El cuerpo de un civil muerto por los bombardeos rusos en Mariupol. Después de la sangre derramada y la destrucción de las ciudades ucranianas será más difícil alcanzar cualquier acuerdo. REUTERS/Alexander Ermochenko
La segunda categoría de exigencias rusas para terminar con su sangrienta ofensiva tiene que ver con los territorios que ya ocupó y se anexionó en 2014, la península de Crimea y los enclaves separatistas de Luhansk y Donotsk.
Putin está convencido de que la población de 2,4 millones de Crimea es rusa y que ese territorio debe regresar a la Gran Madre Patria Rusa, como lo fue durante el Imperio Ruso y la los 70 años de la Unión Soviética. De acuerdo a la legislación de ese país, Crimea es parte de Rusia desde el 18 de marzo de 2014 cuando las tropas del Kremlin la ocuparon. Luego, un referéndum convirtió a ese territorio en un distrito federal bajo la tutela rusa. La comunidad internacional no reconoce este status, pero lo cierto es que Ucrania perdió la soberanía sobre esa parte de su tierra. Es un hecho consumado, aunque Rusia no tiene derecho legal a poseer Crimea y firmó un tratado internacional, después de la caída del comunismo pero antes de que Vladimir Putin llegara al poder, aceptando que Crimea era parte de Ucrania.
En la misma situación se encuentra la región del Donbás y, particularmente, los dos enclaves pro rusos de Luhansk y Donetsk. Los separatistas ucranianos fueron armados y entrenados por el ejército ruso que, a su vez, tiene allí desde hace ocho años tropas de defensa que participan de los combates. En esa guerra ya murieron 14.000 ucranianos. Y, otra vez, esos dos enclaves ya fueron reconocidos como repúblicas independientes por el Kremlin.
De acuerdo a Kalin, Putin no exige quedarse con todo el resto del territorio del Este y el sur ucraniano que reivindica como suyo. En esas zonas es donde las tropas rusas tuvieron su mayor avance, controlan la ciudad de Khersov, en la desembocadura del río Dnieper en el Mar Negro, y tienen cercada Mariupol. Si logran tomarla habrán cerrado el círculo para unir Crimea con los enclaves separatistas y podrían llegar incluso a dominar Kharkiv, la segunda ciudad ucraniana. Esa es la zona donde los ruso-parlante son mayoría, pero en estas tres semanas de guerra, muchos de ellos expresaron su firme repudio a la invasión y lo manifestaron haciendo frente a las tropas rusas.
La segunda reunión en Bielorrusia por parte de las delegaciones de Rusia y Ucrania. Ya hubo varias rondas de negociaciones sin resultado concreto (Presidencia de Ucrania)
Para discutir los detalles de la soberanía de estos territorios, de acuerdo al mediador turco, Putin pretende tener un encuentro cara a cara con Zelensky. Algo que el presidente ucraniano dijo estar de acuerdo y dispuesto a viajar a un territorio neutral para concretarlo. Podría ser Estambul o Ankara. Sin embargo, la firma de un acuerdo de paz llevaría muchas más tratativas y tiempo. En tanto, se podría conseguir un alto al fuego y el cese de los bombardeos hasta que los dos presidentes se encuentren. Pero en ese caso, cualquier desavenencia sería fatal.
Y si bien, Putin podría presentar la aceptación de estos puntos como una victoria contundente y sin ningún cuestionamiento, para Ucrania sería una capitulación de hecho. Zelensky podría decir que de esta manera salvó muchas más vidas, pero quedará demasiado débil o inhabilitado para seguir al frente del gobierno de Kiev. La guerra se trató (se trata), precisamente, de la negativa ucraniana para cumplir con las exigencias de Putin que ahora reitera al presidente turco Erdogan. Aceptarlas después de 20.000 muertos y una destrucción muy importante de la infraestructura social y económica, no tendría mayor sentido. Ya se lo están advirtiendo los ucranianos a través de las redes sociales. Le dicen a Zelensky que, aunque él firme la rendición, ellos seguirán resistiendo en una guerra de guerrillas que hará imposible a los rusos controlar el país.
El derramamiento de sangre y la destrucción que las tropas rusas provocaron en Ucrania hacen que lo que podía haber sido acordado antes de la guerra, ahora se haga muy difícil de digerir. También es cierto que el gobierno ucraniano no puede continuar luchando hasta las últimas consecuencias porque las bajas serían exorbitantes. Pero aún no se llegó a ese punto. Todavía las tropas ucranianas mantienen una resistencia firme y la avanzada rusa pareciera estar, al menos, ralentizada.
Todo indica que las negociaciones todavía necesitan tiempo y, sobre todo, encontrar algunos puntos que permitan a Ucrania “salvar la ropa” y poder cantar una victoria –pírrica, claro- tan gloriosa como la de Putin.
Infobae por Gustavo Sierra
Foto tapa: REUTERS/Alexander Zemlianichenko