A la ceremonia han asistido cardenales y religiosos de todo el mundo, y varios jefes de Estado y de Gobierno, incluido el canciller alemán Olaf Scholz.
Las banderas amanecieron a media asta en Italia para despedir al Papa emérito, Benedicto XVI, con un funeral digno de un Pontífice reinante, a pesar de su expreso deseo de "sobriedad". En una jornada que comenzaba envuelta en niebla en Roma, miles de fieles empezaron a llegar a la plaza de San Pedro para asistir a las exequias del teólogo alemán. Francisco, el primer Papa en presidir el funeral de otro Pontífice desde 1802, llegó a las 9:30 a San Pedro en silla de ruedas, como es habitual debido a sus problemas en la rodilla derecha.
La ceremonia religiosa ha durado dos horas y se ha leído en varios idiomas. "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", ha arrancado Francisco su homilía, con las últimas que el Señor pronunció en la cruz, según el Evangelio. El papa argentino ha agradecido la "sabiduría, delicadeza y dedicación" que Benedicto XVI "supo esparcir a lo largo de los años". El pontífice se refirió a Ratzinger "como el Maestro que lleva sobre sus hombros el desgaste por su pueblo" para procurar la intercesión "más allá de las incomprensiones que puede acarrear". "Amar quiere decir estar dispuestos a sufrir" y "dar a las ovejas el verdadero bien", que según Francisco es "el alimento de la presencia de Dios".
El Papa también ha reivindicado la "búsqueda apasionada" de su predecesor por comunicar el Evangelio y ha instado a la Iglesia a "seguir sus huellas". Solo al final de la homilía se ha referido directamente al papa emérito pronunciando su nombre: "Benedicto, fiel amigo del Esposo (Dios), que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz". Francisco ha estado acompañado en el altar por el decano del Colegio Cardenalicio, Juan Battista Re.
La principal diferencia de protocolo entre las exequias de un papa reinante, como Juan Pablo II y la despedida de Benedicto XVI es que no ha habido procesión del féretro desde el Palacio Apostólico, donde el alemán no vivía desde 2013, con todos los cardenales siguiéndole en oración. Tampoco se celebrará el tradicional cónclave para elegir a un nuevo cabeza de la iglesia, y no se declarará el periodo de nueve días de luto que sigue a cada muerte de un Pontífice.
Tras el funeral, para el que se modificaron las lecturas y las súplicas finales, el féretro con los restos de Ratzinger ha sido trasladado de nuevo al interior de la basílica, portado a hombros por un grupo de doce sediarios, los antiguos portadores de la Silla Gestatoria de los Papas, mientras los fieles rezaban el rosario. Será inhumado en la cripta donde descansan otros papas, y en la que fuera tumba de Juan Pablo II hasta 2011, cuando fue trasladado a la superficie del templo.
En el interior de uno de los tres féretros que albergan sus restos, se guarda en un cilindro metálico el "Rogito", el acta en latín en la que el Vaticano que recoge los rasgos más destacados de la vida de Benedicto XVI y su legado como Papa. En él se lee entre otras cosas que "luchó con firmeza contra los delitos cometidos por representantes del clero contra menores o personas vulnerables, llamando continuamente a la Iglesia a la conversión, la oración, la penitencia y la purificación".
La policía, que mantiene un férreo control en el perímetro, calcula que hasta 100.000 personas se han concentrado en el Vaticano para presenciar una misa que reúne a más de 4.000 religiosos -entre cardenales, obispos, sacerdotes y monjas.
Entre las personalidades que han asistido al funeral destacan los reyes de Bélgica, sentados en primera fila y de luto, junto a la reina emérita, Doña Sofía, que representa a España con el ministro de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, el socialista Félix Bolaños. También varios jefes de Estado y de Gobierno, incluido el canciller alemán Olaf Scholz, el presidente de Italia, Sergio Mattarella, el de Polonia, Andrzej Duda, o el de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa (quien ha declarado un día de luto nacional en su país, de fuerte tradición católica), entre otros.
La capilla ardiente de Benedicto XVI cerró sus puertas ayer a las 19:00 después de tres días abierta al público; unas 200.000 personas desfilaron frente al cuerpo del Papa emérito en la basílica de San Pedro. Esta mañana, las masas seguían abarrotando la ciudad del Vaticano en largas colas para acceder al recinto, portando pancartas con la imagen de Ratzinger y banderas de Baviera, su región natal. "Era el Papa de mi infancia, mi abuela siempre me hacía verlo por la tele. Ahora ya no está aquí y yo también estoy aquí por ella", dice al 'Corriere della Sera' Martina Chiari, de 22 años, que se vino expresamente de Florencia con dos amigas para asistir al funeral.
Lucy y Paul, de 39 y 41 años, han llegado desde Cardiff, Inglaterra, con sus seis hijos, de entre los tres y los 13 años: "Soy irlandesa", sonríe Lucy, "nos conocimos en la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia, y siempre hemos sentido al Papa Benedicto como una especie de protector de nuestra familia. No podíamos no estar aquí".