Monseñor Uriona realizó su homilía en la conmemoración al Cristo de la Buena Muerte. En un mensaje reflexivo y crítico manifestó su preocupación ante el dolor de los argentinos frente a las necesidades cotidianas.
El 1 de Mayo se realizó nuevamente la conmemoración al Cristo de la Buena Muerte.
Monseñor Uriona brindó la misa de la mañana que recibió a todos los peregrinos que se convocaron en Reducción.
Monseñor Uriona manifestó en su homilía que en estos días los obispos argentinos se reunieron en Asamblea plenaria y se reflexionó acerca de la realidad del país.
Por ello ante el pueblo congregado ante el Cristo de la Buena Muerte, Uriona expresó en su nombre y de los Obispos.
“Nos sentimos cercanos al pueblo argentino que sufre por el agobio del desencanto, las promesas incumplidas, los sueños rotos. Sufre también por la angustia de sentir que es cada vez más difícil poner el pan en la mesa, cuidar la salud e imaginar un futuro para los jóvenes. Además, se suma a este sufrimiento el miedo a salir a la calle y la violencia y la agresión generalizada”.
Remarcó que se percibe cada vez más la pérdida de los valores que sostenían la vida familiar y social, la degradación creciente de la educación manifestada en la deserción escolar y expresó su preocupación ante el avance arrollador de las adiciones.
En una homilía que abarcó la realidad social, Uriona manifestó que a 40 años de la recuperación de la democracia “se ve con dolor cuánto desaprovechamos las posibilidades que teníamos de construir una Argentina pujante y feliz”.
Y remarcó que ante todo “queremos seguir confiando en el camino democrático con la esperanza de que estamos a tiempo, dado que siempre es posible renacer si somos capaces de dialogar y de ponernos la patria al hombro”.
Interpeló a los que poseen mayores responsabilidades que “tengan la grandeza de pensar en el sufrimiento de muchos, más que en los propios intereses mezquinos. Que sean capaces de escuchar y discutir con respeto con el que piensa distinto hasta encontrar puntos en común”.
El Obispo manifestó la necesidad de cultivar los grandes valores de la honestidad, el trabajo laborioso, el respeto, el cuidado de la vida, la bondad, el servicio, la justicia.
Agregó “nosotros como creyentes también proponemos un camino desde la fe. El Dios que nos dio la vida y nos quiere tanto puede darnos la fuerza para no bajar los brazos y seguir luchando”.
En un reconocimiento a los peregrinos que vienen a profesar su fe, expresó “somos peregrinos que venimos a postrarnos ante el Señor Crucificado que entregó su vida por nosotros. La Cruz es la mayor expresión del Amor Misericordioso del Padre y nosotros, conscientes por la fe de ese amor, venimos a sacar fuerzas para nuestro caminar en medio de las dificultades de esta vida”.