En Juan Jose Castelli, vecinos se vieron cara a cara con el Kakuy, un ave muy conocida por su leyenda. Dicho animal, es una ave nocturna de 30 a 40 centímetros, color plomizo, pico corto y ojos negros enormes. Se encuentra en peligro de extinción y tiene un silbido muy particular que causa temor entre la población.

La localidad chaqueña tiene cerca de 45.000 habitantes, se encuentra a unos 150 kilómetros del Impenetrable, de los montes más boscosos del Chaco.

Cuando Myrna Romina Paré lo vio en medio de la ciudad y a plena luz del día, decidió filmarlo y publicar las imágenes en redes sociales las cuales se viralizaron rápidamente. En el video se ve la imponente presencia del ave sobre una rama con su pelaje con el que casi pasa desapercibido.

Myrna tiene 40 años, es docente de una escuela primaria y en Gente Necesaria dialogó sobre la experiencia de aquel sábado por la mañana.

“Fue algo muy sorprendente, inédito, porque este pájaro solo se deja ver en la oscuridad. Había un sol radiante”, sostuvo. Recordó que ese día iba junto a su esposo a hacer las compras, pasaron por frente de la iglesia San Cayetano y cuando miró hacia un costado vio en una rama el Kakuy. 

Dijo que seguramente el ave salió de noche y no supo regresar a tiempo. Los Bomberos Voluntarios la rescataron, según indicó la docente.

“Pienso que las cosas pasan por algo. Soy una hermana que pena por la pérdida de un hermano hace muy poco tiempo”, indicó.
 
LA LEYENDA DEL KAKUY, EL “PÁJARO FANTASMA” QUE APARECIÓ EN CHACO

Su historia se remonta varias décadas atrás, cuyos protagonistas son una pareja de hermanos indígenas, quienes quedaron huérfanos a muy corta edad. El joven era noble y trabajador, quien se dedicaba a cuidar a su hermana. La pequeña, muy por el contrario, lo trataba mal todo el tiempo.

Cansado de tanto trabajo y tantas burlas de mal gusto, un día el muchacho abandonó la choza que compartía con la chica y se internó en lo profundo de la montaña. Allí, lo invadió el rencor y la sed de venganza.

Fue por esto que al regresar con ella, la invitó caminar por el bosque y, en medio de este, la retó a subir a un árbol muy alto que en la cima tenía un panal con miel. Y para que ella pudiera trepar hasta allí, la acompañó.

Mientras la joven subía más y más, el hermano iba detrás de ella calculando la altura. Cuando se aseguró de que ya no podría bajar, comenzó a descender y con un hacha fue cortando todas las ramas, impidiéndole su regreso.

Allí dejó abandonada a su hermana, quien quedó llorando en la copa del árbol, presa del terror. No obstante, al arribar la noche su miedo se transformó en desesperación y comenzó a llamarlo con más fuerza hasta que su garganta comenzó a doler.

La culpa y el remordimiento la inundaron mientras pedía que su hermano volviera. Según cuentan, a medida que pasaban las horas, los pies se le convirtieron en garras filosas, su nariz y uñas se arquearon, sus manos se hicieron alas, y todo su cuerpo se cubrió de plumas.

El muchacho nunca regresó, y la joven quedó en la punta del árbol hasta que pudo irse volando. Así nació el Kakuy, quien emite por las noches un grito desgarrador que parece decir: “¡Kakuy! ¡Turay!”, que en quechua significa “¡Hermano, hermano!”.