A 132 años del nacimiento del pintor de las escenas gauchescas, Gonzalo Gimenez Molina recordó sobre los cuadros que no están localizados y criticó el desinterés del gobierno porteño para reconcoer al artista.
Ante un nuevo aniversario -el 132- del nacimiento de Florencio Molina Campos (1891-1959), del que recientemente se recuperaron 130 obras que permanecían en condiciones deficientes de preservación, el único nieto del artista alerta sobre otras 50 piezas que aún quedarían por rescatar y cuyo destino es incierto: "Tenemos individualizados los títulos de las obras, porque es todo un trabajo documental en base a inventarios y a documentos escritos, ahora es momento de que la justicia, con ese listado y con las imágenes, se aboque a recuperarlas", dice Gonzalo Gimenez Molina a Télam.
Los conflictos por el acervo del célebre retratista de entrañables gauchos con sus caballos de ojos saltones se hicieron públicos en 2021, cuando su nieto advirtió que gran parte de las obras alojadas en el Museo Molina Campos del municipio de Moreno -allí estaba localizado el rancho Los Estribos, donde el artista pasaba sus ratos libres-, se encontraban en condiciones deplorables de conservación. Según señaló entonces el nieto, el lote de pinturas, objetos personales, esculturas y bocetos pertenecientes a la Fundación Molina Campos estaba "en serio riesgo".
Molina Campos fue creada en 1969, diez años después de la muerte del pintor, con la finalidad de custodiar, conservar y difundir parte de su legado. En 1979, por iniciativa de su viuda, Elvira Ponce, se creó el museo dedicado al artista en la localidad bonaerense de Moreno. Según se investigó, la institución no había hecho presentaciones contables, ni tenía CUIT, y cuando en 2020, en plena pandemia, apareció un cartel de "se vende" en el espacio de Moreno, se encendió la alarma y puso en alerta al municipio, que por decreto 403/21 declaró al Museo de Moreno "patrimonio histórico" y generó una denuncia ante la Inspección General de Justicia (IGJ), además de la preocupación del nieto del artista.
El año pasado la Fundación fue intervenida. El interventor Denis Turnes se ocupó de recuperar las 132 obras que se encontraban repartidas entre la Universidad Nacional de San Antonio de Areco (Unsada) y el Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes de Moreno.
El nieto del artista explica que con el objeto de que esta colección pudiera ser declarada patrimonio cultural argentino y contara con la protección del Estado, trabajó en la reconstrucción del inventario, contrastando la documentación existente: "A raíz de las denuncias que hizo el municipio de Moreno por una serie de inconsistencias administrativas que tenía la Fundación, me llamó mucho la atención la negativa a facilitarle a la IGJ los inventarios que estaban pidiendo. Desde entonces me puse a trabajar, a tratar de armar un inventario a partir de lo poco que había. Y bueno, investigando y revisando fue surgiendo que contrastada toda esa información con el inventario con el que retiraron estos ciento veintipico de cuadros que se recuperaron, surge el faltante de más de 50 obras", reconstruye Gimenez Molina en diálogo con Télam.
"Tenemos individualizados los títulos de las obras, porque es todo un trabajo documental en base a inventarios y a documentos escritos, ahora es momento de que la justicia, con ese listado y con las imágenes de esas obras, se aboque a recuperarlas. A las otras, en cambio, hubo que rescatarlas de una retención no razonable en que estaban, pero a estas hay que recuperarlas, pues no se sabe quién las tiene ni dónde están, ni por qué salieron del patrimonio de la Fundación", destaca.
La carta del nieto del pintor
A propósito de los 132 años del nacimiento del artista, Gimenez Molina dio a conocer una carta que comienza diciendo: "Hoy se cumple un nuevo aniversario del nacimiento de Florencio Molina Campos, el más popular de los pintores argentinos. Creemos que el mejor homenaje es cuidar el legado de mi abuelo para volver a poner su obra a disposición del público. En tal sentido, considero oportuno informar sobre la situación actual en torno a la importante colección de obras de la Fundación Molina Campos porque, si bien este año se recuperó una parte importante de ese acervo, al menos medio centenar de cuadros continúan con destino incierto sin que se sepa aún cuándo y cómo desaparecieron, por qué no están, ni quién las tiene".
En su misiva, el nieto del pintor expone su agradecimiento por el rescate concretado "merced al impecable trabajo de la IGJ, del Ministerio de Justicia de la Nación, del interventor designado, del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires y también de los medios comprometidos con la cultura que en cada etapa nos acompañaron e hicieron caja de resonancia de la situación", pero alerta sobre este lote de 50 obras faltantes: "Urge, mientras esto se investiga, que se tomen medidas para proteger las obras que aún posee la Fundación (ahora intervenida por la justicia) porque son patrimonio cultural argentino y, como tal, debieran ser declaradas para evitar que más cuadros se pierdan", dice.
Una parte significativa de las obras recuperadas fueron exhibidas hasta hace unos días en dos muestras que desde julio tuvieron lugar en el Teatro Argentino de La Plata y en el Museo de Bellas Artes de Moreno. En esta última localidad el artista llegó con su esposa Elvira el 21 de septiembre de 1932 y dos años después construyó con troncos su rancho Los Estribos. En esa casa, ubicada a orillas del río Reconquista, continuó dibujando esas escenas costumbristas características de su obra: los gauchos desgarbados, las chinas de trenzas y polleras largas, los caballos de ojos saltones, los ranchos con palenques, los bailes, todo con el trasfondo de la llanura y los bañados. Allí también llegó en 1941 el célebre Walt Disney durante su única estadía en la Argentina.
Por estos días se avanza en la puesta en valor de ese predio, en el que, según recuerda Gimenez Molina, el pintor fundó una escuela que consideró "el mejor cuadro que he pintado en mi vida". La idea es abrirla próximamente al público.
En su carta, el nieto del artista señala que la gestión del Municipio de Moreno y el gobierno bonaerense para reunir y preservar la obra de su abuelo "se contrapone al absoluto desinterés manifestado por las autoridades culturales de la Ciudad, quienes por razones que desconozco insisten en desconocerlo como artista porteño". En ese sentido, Gimenez Molina reivindica la condición de porteño de su abuelo, un dato biográfico que también permite entender las particularidades de la obra del artista. "Mi abuelo nació, pintó y enseñó en la Ciudad de Buenos Aires. Justamente su identidad porteña hizo a la mirada y a la percepción que tenía del hombre de campo. Pudo reparar, con su ojo, en cuestiones que solo habilita la mirada de quien es ajeno a una realidad, el detalle que solo aprecia ese tipo de observador", analiza.
"Ante tamaño desdén, confiamos en que sean las autoridades culturales de la Nación quienes aporten a la puesta en valor del pintor y su obra, le asignen un espacio adecuado y al alcance de los visitantes argentinos y extranjeros que transitan la Capital del Estado por motivos diversos, y que este espacio sirva para traccionar público al circuito turístico que se organice en torno a la figura de Molina Campos en el partido de Moreno", concluye.
Creador de paisajes bucólicos de la Pampa, escenas de pulpería y de gauchos como Tiléforo Areco, en verdad, Molina Campos nació en la ciudad de Buenos Aires en 1891 y su obra trasciende la localía de la llanura. Las tiradas de almanaques para Alpargatas que comenzaron en 1930 implicaron la impresión de 18 millones de láminas, lo que generó una circulación inaudita de su obra y le dio a muchos la posibilidad de disfrutar de piezas de arte que, aún no siendo originales, vio nacer un tipo de coleccionismo que se denominó "la pinacoteca de los pobres".
Tras la muerte del artista en 1959, se estableció que los derechos autorales (porque no había obras en la sucesión) se dividieran en tres tercios: la madre de Gonzalo Gimenez Molina, la abuela y un tercio para la segunda mujer, quien figura como cónyuge y fue quien cedió sus derechos hereditarios a la Fundación Molina Campos. En el estatuto, los socios fundadores establecieron que en caso de disolución de la institución, las obras fueran entregadas al Museo de Bellas Artes.
Gimenez Molina no tiene cuadros de su abuelo, ni manejo ni decisión sobre qué hace la institución, pero aspira a que esas obras reunidas puedan exhibirse con un criterio público y cultural más masivo.