Un cuerpo celeste del tamaño de Marte, conocido como Tea, colisionó con la Tierra y los fragmentos resultantes se agruparon para dar origen a la Luna.
La idea de que nuestro planeta contiene restos de otro mundo no es nueva, pero recientemente ha ganado tracción gracias a un nuevo estudio publicado en la revista científica Nature.
El geólogo chino Qian Yuan y un equipo internacional de investigadores presentan una hipótesis que sugiere que dos masas gigantescas, localizadas bajo África occidental y el océano Pacífico a una profundidad de aproximadamente 2.900 kilómetros, podrían ser fragmentos de un cuerpo celeste primitivo.
Según observaciones sísmicas, las ondas producidas por terremotos se ralentizan al atravesar estas masas. Esto sugiere que el material es más denso que el resto del manto terrestre y plantea la posibilidad de que sean restos de un planeta, conocido como Tea o Theia, que chocó con la Tierra hace unos 4.500 millones de años. Esta colisión habría generado la formación de la Luna, según la teoría más aceptada.
Para respaldar su argumento, los investigadores comparan la composición del manto terrestre con la de la Luna. Se estima que el 8% del manto de la Tierra está compuesto por óxidos de hierro, mientras que la Luna presenta un 10%. Según cálculos del equipo, el manto de Tea también debía ser más rico en hierro, lo que lo habría hecho más denso y habría provocado su hundimiento hacia las regiones más profundas del manto terrestre, donde ahora se detectan estas zonas sísmicas anómalas.
DESAFIANDO LA HOMOGENEIDAD DEL MANTO TERRESTRE
Más allá de la fascinante idea de que fragmentos de un antiguo planeta podrían estar incrustados en el manto de la Tierra, los hallazgos del equipo de Qian Yuan también plantean serias preguntas sobre las teorías convencionales de la geología. Según el profesor chino Hongping Deng, del Observatorio Astronómico de Shanghái y coautor del estudio, estos descubrimientos "desafían la idea tradicional de que el gran impacto provocó la homogeneización de la Tierra primitiva".
La idea de que un impacto masivo pudo haber creado una Tierra homogénea ha sido una de las teorías más ampliamente aceptadas. Sin embargo, el nuevo estudio sugiere que la heterogeneidad del manto terrestre es una "consecuencia natural" del gran impacto que formó la Luna. Esto sería un cambio de paradigma que obligaría a reevaluar muchas de las nociones existentes sobre la geología y la tectónica de placas.
Asimismo, se ha planteado la posibilidad de que estas zonas de alta densidad en el manto no sean un caso único, sino parte de una tendencia más amplia. La sismóloga Jenny Jenkins de la Universidad de Durham ha apuntado a la existencia de más bolsas de materiales densos en las profundidades del manto, sugiriendo que podrían ser restos de otros cuerpos celestes que chocaron contra la Tierra en sus primeras etapas.
IMPLICACIONES PARA LA EXPLORACIÓN DEL SISTEMA SOLAR
Este estudio también plantea la posibilidad de que en las rocas volcánicas, como las de Islandia y Hawái, podrían encontrarse pistas químicas que arrojen más luz sobre la colisión que dio origen a la Luna. Estas huellas podrían, de alguna manera, haber emergido a la superficie terrestre en eventos geológicos posteriores, lo que a su vez podría tener implicaciones para la minería y la búsqueda de recursos naturales.
Además, si aceptamos la idea de que la Tierra y otros cuerpos celestes podrían estar compuestos por fragmentos de planetas más antiguos, esto tendría repercusiones para cómo entendemos la formación y evolución de los planetas. Podría influir en la forma en que se diseñan futuras misiones de exploración espacial, ya que buscaríamos diferentes tipos de señales y compuestos en planetas y lunas, tanto en nuestro sistema solar como en exoplanetas.
Estos hallazgos también generan nuevas preguntas para la astrobiología. Si cuerpos como la Tierra pueden incorporar material de otros planetas, ¿qué significa esto para la transferencia de posibles biomoléculas o incluso formas de vida primitivas? Aunque esto entra en el terreno de la especulación, no es del todo descabellado considerar que la colisión de planetas podría tener un rol en la propagación de la vida a través del Sistema Solar o más allá.