La Licenciada Laura Pereyra analizó la película en la que actúa Demi Moore que tiene un fuerte componente de violencia sobre los cuerpos desde el punto de vista estético. Hasta dónde estás dispuesto de exponerte por "el ideal de belleza".
Vi la sustancia, no voy a spoilear, pero es una película escalofriante, no podría decir que me gustó, por el contrario me incomodó al punto de dejar de ver algunas escenas por su nivel de crudeza y sobre todo por la exposición al dolor tras la búsqueda de un cuerpo hegemónico, impuesto por modelos patriarcales y que nos lleva a lugares de los que quizás no se vuelve nunca más.
Vean esa película y después me cuentan si les gustó.
Ahora bien, no estoy acá para juzgar la decisión de nadie de hacer consigo mismo lo más feliz que le plazca, pero mi pregunta es, si no existieran tantas imposiciones de belleza, si pudieras habitar por un minuto la posibilidad de que en el mundo no hay condicionantes que determinen gente que es linda y gente que no, si no tuvieras la presión constante de ser un chico musculoso, de que tu piel se vea lo suficientemente estirada, que un rollo o dos o los que sean no son un problema, de que podés respirar tranquilo sin tener que estar amordazado en corsets que te delimitan un tipo de figura, si no hubieras escuchado jamás que en tu casa se habla de la rubia tarada, del enano de mierda, de la gorda chancha, del jirafa de tu compañero, si todo esa realidad hóstil no existiera, vos crees que te someterías a decisiones extremas en las que hay sí o sí está implicado el sufrimiento.
Cortarte el estómago, ponerte hilos de oro, lipsoucción, peeling, levantar la cola, ponerte tetas, extensiones, cambios de color de pelo, agregarte pestañas, alargar uñas, ponerte una teta más porque nunca se sabe cuánto es suficiente.
Y más allá de la ironía de mi último comentario, la realidad es que vivimos en un siglo que nos bombardea por donde miremos soluciones a nuestro problema de no ser perfectos, tenemos millones de opciones para “mejorar” todo, menos la insatisfacción de ser quienes somos, de habitar este territorio de nuestras corporalidades, de eso no hay pastillas, ni cirugías, ni exfoliante, de eso hay una estructura superior que trabaja para que profundicemos en la decadencia de jamás sentirnos bien con quienes somos, porque eso rompería una lógica del mercado superior, no importa los costos morales, no interesan verdaderamente los límites que se crucen, la mala praxis, las personas rotas, la discriminación que se vuelve cotidiana, lo único válido es seguir sometiendo a los seres humanos a una violencia estética sostenida y pensada para que la rueda siga rompiendo visceras, mentes y corazones.