Lo que van a leer a continuación son los resultados de un estudio científico que asegura que llegar a la Presidencia del Gobierno de un país acorta la vida dos años y medio. A partir de aquí, si aún tienen claras sus aspiraciones políticas y su vocación de servicio público de cara al 20-D, pueden seguir leyendo.
Cada año por estas fechas, la revista científica British Medical Journal regala a sus lectores un número navideño especial en el que aborda con rigurosidad científica aspectos un tanto alejados de su temática habitual. Y en esta ocasión, el análisis se ha volcado de lleno en la política con tres artículos sobre la salud de los políticos desde distintos puntos de vista.
En el primero de ellos, científicos de la Universidad de Harvard, Massachusetts y el National Bureau of Economic Research (las tres instituciones en EEUU) analizaron a 540 políticos de 17 países que habían concurrido a unas elecciones en algún momento entre el año 1722 y 2015.
Anupam B. Jena y su equipo compararon a 279 de ellos que habían llegado al poder con otros 261 candidatos que nunca ejercieron puestos de responsabilidad. Como el propio autor explica a EL MUNDO, el objetivo no era tanto compararles con la población general (porque los políticos tienen ciertas condiciones socioeconómicas que influyen en su salud, como ya se sabía hasta ahora), sinoobservar de qué manera la responsabilidad política influía en sus expectativas de vida una vez que llegaban al poder.
"Por eso elegimos a otros [candidatos] subcampeones como grupo de control y observamos que los líderes electos viven una media de 2,7 años menos después de unas elecciones que otros políticos", explica a este periódico desde Harvard.
En su análisis, prosigue el investigador, figuran 380 políticos ya fallecidos y otros 160 aún con vida. En el primer caso, explica, "simplemente comparamos el número de años que siguieron con vida tras la última elección a la que se presentaron hasta su fallecimiento".
En el caso de líderes vivos, prosigue el doctor Jena, se realizó un modelo estadístico cruzando la edad de los políticos con las esperanzas de vida media de la población (según tablas oficiales de Francia y Reino Unido). "La mejor manera de explicarlo es que si alguien que aún está con vida ha superado lo que sería esperable en términos de años de vida, eso significa que esa persona lo ha hecho bien y no ha fallecido prematuramente" a consecuencia de su cargo político.
Los propios autores son conscientes de que su trabajo puede tener ciertas limitaciones (entre otras, que compara de manera global países y sistemas electorales muy diferentes), pero señalan que un análisis con políticos únicamente de un país no tendría suficiente fuerza estadística. Dicho esto, Jena admite que el tamaño del estado, el ambiente político o la presencia de factores concretos ("como crisis económicas o conflictos bélicos") también pueden contribuir a empeorar la salud del jefe de gobierno.
Aunque el trabajo se limita a constatar que los políticos que llegan al poder viven menos que los que se quedan en el camino, sus autores apuntan al estrés como principal culpable de este fenómeno.
En este sentido, el doctor Antonio Cano-Vindel, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), explica que la relación del estrés con la salud ha sido ampliamente estudiada, aunque hasta ahora quizás no con tanta profundidad en el terreno de la política. "En otros ámbitos laborales, sí se ha observado claramente que el estrés está relacionado con nuestra salud", explica.
En su análisis, prosigue el investigador, figuran 380 políticos ya fallecidos y otros 160 aún con vida. En el primer caso, explica, "simplemente comparamos el número de años que siguieron con vida tras la última elección a la que se presentaron hasta su fallecimiento".
En el caso de líderes vivos, prosigue el doctor Jena, se realizó un modelo estadístico cruzando la edad de los políticos con las esperanzas de vida media de la población (según tablas oficiales de Francia y Reino Unido). "La mejor manera de explicarlo es que si alguien que aún está con vida ha superado lo que sería esperable en términos de años de vida, eso significa que esa persona lo ha hecho bien y no ha fallecido prematuramente" a consecuencia de su cargo político.
Entre otras cuestiones, por ejemplo, porque las personas con mayor nivel de estrés suelen tener peores hábitos de vida. "Por ejemplo, hacen menos ejercicio físico, realizan más comidas y de peor calidad, y suelen tener una mayor activación fisiológica, que se asocia con mayores niveles de hipertensión y colesterol", explica Cano-Vindel, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.
Otros malos hábitos asociados al estrés son el tabaco y la obesidad, pero también una mala gestión de las emociones negativas; todos ellos elementos que incrementan el riesgo de sufrir un infarto cardiovascular. "De hecho, el estrés es un factor secundario frente al tabaquismo, la hipertensión, el colesterol o la diabetes mal controlada, que son factores mayores de riesgo cardiovascular", apunta en este sentido el doctor Ignacio Fernández Lozano, secretario general de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Como añade el doctor Cano-Vindel, el estudio Interheart, con más de 25.000 participantes de 52 países, ya demostró que los sujetos que soportan mayores niveles de estrés laboral tienen el doble de riesgo de sufrir un infarto que el resto de la población. "Y aunque el trabajo no es la única fuente de estrés, sí es el entorno en el que pasamos un mayor número de horas", resalta el presidente de SEAS. "Si dedicamos un tercio de las horas de nuestra vida al trabajo, es normal que ésta sea una de las principales fuentes de estrés", apunta Cano-Vindel, más aún probablemente en el caso de un líder de gobierno.
El doctor Jena también coincide con el especialista español en que la falta de tiempo de los jefes de gobierno puede hacer que dediquen menos horas y esfuerzo a cuidar su salud, "es normal, por ejemplo, que tengan menos tiempo para hacer ejercicio físico que antes".
El propio presidente de Estados Unidos, Barack Obama (uno de los líderes del estudio), ha bromeado en más de una ocasión sobre su evidente envejecimiento (que ha cubierto de canas su cabello desde su llegada a la Casa Blanca en 2008) y cómo el poder le impide jugar al baloncesto tanto como desearía.
En la lista de 47 políticos españoles que se han analizado figuran, entre otros, Cánovas del Castillo (1828-1897), Francisco Silvela (1843-1905), Antonio Maura (1853-1925), Pablo Iglesias (1850-1925) -el fundador del PSOE, no el candidato de Podemos a las elecciones generales-, Tierno Galván (1918-1986), Adolfo Suárez (1932-2014) y, aún con vida, Miquel Roca, Julio Anguita, Felipe González, Iñaki Anasagasti, Joaquín Almunia, Alfredo Pérez Rubalcaba, Cayo Lara, Rosa Díaz (la única mujer de la lista nacional), Pedro Sánchez o Mariano Rajoy.
Además de España, los países estudiados fueron Alemania, Australia, Austria, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Noruega, Nueva Zelanda, Polonia, Reino Unido y Suecia.
El Mundo
El privilegio del parlamentario
Otro de los estudios del número especial de Navidad de la revista BMJanaliza el privilegio de los parlamentarios británicos en relación con la salud de la población general. Tras analizar a 5.000 miembros de las dos cámaras que componen el Parlamento británico (los comunes y los lores) entre los años 1945 y 2011, los investigadores observaron que sus señorías tenían una mortalidad un 28% inferior a la población general en el caso de la primera y hasta un 37% menor en el caso de los lores. Lo que más llamó la atención de Tim Crayford y su equipo de la Universidad de Exeter fue que la distancia entre los diputados y la población general se ha ampliado desde 1999, lo que sugiere que las cámaras son cada vez menos representativas de la población a la que representan, señalan. En función de los grupos políticos, los parlamentarios con mejor salud son los del Partido Conservador, lo que viene a reflejar, apunta el trabajo, una procedencia social más privilegiada, que se refleja en una mejor salud que la media. El doctor Ignacio Fernández Lozano, secretario general de la Sociedad Española de Cardiología, reconoce que para medir el valor de la política como factor de mortalidad en un trabajo de este tipo, habría que comparar a los miembros de las cámaras con el mismo número de ciudadanos de la calle con sus mismas características. "Eso no se ha hecho por el momento", reconoce, por lo que el trabajo refleja un sesgo claro:"Cualquiera que llegue al Parlamento, ya tiene de entrada un sesgo socioeducativo que influye en una mejor salud", apunta el cardiólogo español.