Acordaron buscar una solución negociada a los últimos chispazos, pero cada uno ratificó su postura.

Cameron expresó su "gran preocupación" por los duros controles fronterizos que impuso Madrid y que provocaron demoras de hasta ocho horas para entrar en el territorio tutelado por Gran Bretaña. Rajoy transmitió su "profundo malestar" por medidas que tomaron las autoridades de Gibraltar para impedir la pesca en aguas del Mediterráneo.

La crisis comenzó hace dos semanas cuando buques gibraltareños lanzaron al mar cubos de cemento para formar un arrecife artificial en la Bahía de Algeciras y boicotear el trabajo de los numerosos pesqueros de arrastre de las localidades vecinas. A los pocos días, la policía española convirtió la frontera en un embudo.

"Se acabó el recreo", advirtió el domingo pasado el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, al defender los controles policiales y amenazar con medidas extremas, como un peaje de 50 euros para cruzar la verja o abrir investigaciones fiscales a ciudadanos españoles con residencia en el Peñón.

Para el gobierno de Gibraltar, fue un "ruido de sables". La Unión Europea expresó su alarma por la tirante situación entre dos de sus principales socios y los instó a dialogar.

"Le he dejado en claro mis preocupaciones y que nuestra posición acerca de la soberanía sobre Gibraltar no cambiará", anunció Cameron ayer en su cuenta de Twitter, al confirmar su "constructiva" llamada de 10 minutos a Rajoy. Downing Street añadió en un comunicado que el primer ministro había expuesto su disgusto por el tono de las advertencias de García-Margallo.

La Moncloa dio su versión poco después: informó que Rajoy le había dicho a su colega británico que las "recientes acciones unilaterales" en el Mediterráneo resultan "inaceptables" porque "han perjudicado el medio ambiente y la actividad económica" de su país. La pesca de arrastre es una de las principales fuentes de subsistencia en la costa de Cádiz, la provincia española más afectada por el desempleo.

Los dos jefes de gobierno resaltaron que sus países son "amigos y aliados", pese a las diferencias por el territorio en el extremo sur de la península ibérica que Gran Bretaña tomó a principios del siglo XVIII y cuya soberanía España reclama desde 1718.

El gobierno español no admitió estar infringiendo ninguna ley al endurecer los controles fronterizos, con los que por momentos aísla a los 29.000 gibraltareños. Como Gran Bretaña y sus territorios no integran la zona de libre tránsito europeo (el área Schengen), Madrid considera que su política se ajusta a la normativa comunitaria. Además, denuncia que hay un creciente contrabando de tabaco que justifica el rigor.

Para los británicos se trata de una medida inhumana que también afecta a los 7000 gaditanos que cruzan todos los días la verja fronteriza para trabajar en Gibraltar.

Londres informó que Rajoy se había comprometido a suavizar esos operativos, pero esa promesa no figura en ninguno de los dos comunicados que emitió ayer el gobierno español sobre el tema. De hecho, por la tarde los controles para entrar en el territorio británico se habían extremado y se formaban colas interminables de autos bajo el rayo del sol.

"La intención es que esta situación no afecte nuestras relaciones bilaterales. Sin embargo, hay un riesgo real de que esto suceda a menos que la situación en la frontera mejore", dijo ayer un vocero oficial de Cameron.

Después del diálogo entre los presidentes, los cancilleres García-Margallo y William Hague acordaron crear "grupos de trabajo ad hoc" para resolver la crisis.