Camila fue asesinada, su cuerpo se encontró en la profundidad de un arroyo cercano a Adelia María. La muerte de esta mujer nos lleva a la reflexión acerca de lo que se ha dicho y construido en relación a su vida y las justificaciones que se trazan en un hecho absolutamente injusto y reprochable. Como sociedad somos responsables de que cada día haya una menos.
Camila está muerta, mejor dicho está asesinada, pero eso no es noticia, todos ya lo sabían cuando desapareció, cuando los primeros comentarios hicieron la relación de que se drogaba, se prostituía, por ende iba a “terminar mal”.
Sin embargo Camila murió mucho antes de caer en las manos siniestras que se creyeron dueñas de su palpitar, murió cuando fue mirada mal, cuando fue estigmatizada por tener un problema de adicción, cuando fue tachada de “rarita” por usar piercings y tatuajes, cuando le negaron la oportunidad de ser, porque quienes son diferentes quedan en las afueras de una sociedad que dice ser inclusiva y respetuosa, con todos, en la medida que nos parezcamos y no rompamos con las “buenas costumbres”.
Es más fácil hablar de que “la chica” no tenía “acciones correctas” que del asesino que le quitó el aliento, que la mató con saña, que le comió los sueños en el monstruoso poder de robar la existencia por ser mujer.
Camila ha sido obligada a morir, una más en un mundo que grita una menos y que sin embargo suma víctimas porque la vida se ha vuelto poca cosa, sobre todo en la construcción de una sociedad que pone un ojo más o menos acusador en el victimario de acuerdo al “prontuario” de la vida que ha tenido la víctima.
Decir que Camila era prostituta o drogadicta está de más, no tiene razón de ser, no tendría que interesar en absoluto a nadie, pero eso es lo que pesa en la historia de vida de esta mujercita que acabó en las manos asesinas de un ser al que de algún modo se lo justifica y avala cuando muchos hablan de la “vida fácil” de la víctima que “iba a acabar así”.
Camila está muerta, está degollada, está atada, está en la profundidad de la oscuridad y sus ojos nos miran pidiendo auxilio, pidiendo una oportunidad, nos gritan por ayuda, desde su imagen en una foto ella nos sigue hablando, nos pone el espejo para que nos miremos y para que realmente la observemos como una mujer que simplemente quería vivir…