Ojo de cerradura
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03/11/2016 10:11 hs

Cuando el orgullo de todo un pueblo se unió para evitar la catástrofe

Córdoba - 03/11/2016 10:11 hs
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Laboulaye recordará por siempre aquel 3 de noviembre de 2001, fecha en que todos sus ciudadanos colaboraron y trabajaron durante horas para construir La Muralla y evitar la inundación de la ciudad.

No fue un día más, no fue una situación cualquiera. Un 3 de noviembre de 2001 la comunidad de Laboulaye llevó a cabo uno de los hechos más memorables que se recuerden en la historia de la ciudad.

Eran los últimos días del mes de octubre de aquel año y las lluvias no daban tregua, arrasaban con todo a su paso y amenazaban con ingresar al ejido urbano. Fueron más de 500 milímetros en muy pocas horas.

Alarmados por la situación, las autoridades locales dieron la orden de empezar a construir un terraplén (conocido como La Muralla) con bolsas de arena y tierra para evitar que el agua ingrese al pueblo. La principal preocupación era que sucediera algo similar a lo ocurrido en la década del 70’, cuando la ciudad se inundó considerablemente y sufrió grandes destrozos.  

De esta manera, las bolsas se fueron colocando en los sectores donde se producían mayores desbordes, teniendo como principal articulación al puente carretero.

“No se llenaban mucho para que puedan ser pasadas de mano en mano. Se ataban con hilo, cordón o lo que había”, relata Francisco, habitante local que a sus 82 años, recuerda los primeros intentos de contrarrestar el agua.

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La inundación inminente
 
Si bien el problema parecía controlado en un principio, un frente de agua que provino de Levalle y arroyos aledaños empeoró la situación, generando que el Dr. Néstor Antonio Garimano, intendente de la localidad por aquel entonces, decretara estado de alerta.

Ya el 2 de noviembre, el problema se tornaba más que preocupante. Las autoridades decidieron cortar el paso de la Ruta Provincial Nº4 y los habitantes comenzaron a tomar conciencia de la gravedad del hecho, sobre todo porque el terraplén construido inicialmente estaba cediendo y el paso del agua para el interior del casco urbano sólo era cuestión de tiempo. La gente que vivía en zonas rurales debía ser evacuada y el miedo a perderlo todo era una realidad.  
 
Un llamado de esperanza
 
Corría el 3 de noviembre y Laboulaye estaba al límite. Los medios de comunicación pedían colaboración urgente y ya era muy difícil oponer resistencia a la inmensa masa de agua. Se necesitaba actuar de inmediato.

Así fue que en horas de la madrugada de aquel sábado, un grupo de voluntarios salió a recorrer las calles de la localidad con un altoparlante bajo el grito de “Laboulaye se inunda”, solicitando ayuda a cualquier ciudadano dispuesto a trabajar para reforzar la muralla.

Tal era la necesidad que el llamado llegó hasta el boliche bailable conocido como Margarita, suplicando que los jóvenes que estaban de fiesta también participaran y se sumaran al pedido.

“Te juro que fue emocionante”, cuenta Alberto, vecino de la ciudad que tiene su hogar a metros del boliche, describiendo cómo decenas de adolescentes dejaban su lugar de esparcimiento para asistir al llamado de urgencia. 

Y continúa: “A la mañana la ciudad estaba desierta, no se veía nadie en la calle, todos estaban allá, trabajando en la muralla. Me acuerdo que siempre me cruzaba un médico que trabajaba en el hospital y ese día lo tenía al lado mío con la pala cargando las bolsas de arena”. 

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Héroes
 
Ese 3 de noviembre fue clave. Durante todo el día los vecinos trabajaron arduamente para levantar y reforzar el terraplén construido con costales de arena. No había distinción de clases sociales, edades, sexos y religiones. Todos colaboraban. Quien no podía trabajar pasando las bolsas de mano en mano, se dedicaba a llevar y traer la gente, aportar herramientas y cocinar alimentos para los incansables ciudadanos.

Tras muchas horas de esfuerzo, quedó conformada la muralla de más de un kilómetro de largo y dos metros de alto. El agua dejaba de ser una amenaza. “Sin la población no se hubiese podido solucionar”, recordaba hace años el ex intendente Garimano. La hazaña fue puesta en agenda por medios nacionales como TN y Crónica TV, sorprendidos ante la epopeya de los laboulayenses.

Muchos afirman que tras la victoria las personas festejaban, cantaban, se abrazaban y felicitaban mutuamente. Otros cuentan que no había demasiado revuelo, que la calma y la tranquilidad colmó aquel instante. Quizás no quedaban más energías, tal vez el extenuante trabajo los dejó sin aliento para celebrar. Sin embargo, cada ciudadano sabía que el orgullo vivido ese día no se olvidaría jamás, porque el amor propio de todos logró salvar a la ciudad.

Por eso, en este 15° Aniversario de aquella proeza, cada 3 de noviembre nunca volverá a ser una fecha más para este pequeño gran pueblo del sur cordobés, porque ese día, cuando la vorágine y la incredulidad no permitían dar ni un sólo paso atrás, cada habitante pudo mirar al cielo, inflar su pecho y gritar con orgullo: “¡Viva Laboulaye, carajo!”.

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Nicolás Grimalt
 

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