La Navidad es un tiempo para repensar el amor, para mencionar muchas veces la paz, lo que nos dura hasta pasadas las primeras horas del 1 de enero, donde parece que pudiéramos volver a una normalidad de rutina un tanto lejana a los valores que en este tiempo pregonamos.

La Navidad es especial, movilizante, nos cala hondo los sentimientos, nos lleva obligadamente a poner en la balanza de la vida las ganancias y pérdidas, los afectos que siguen abrazándonos y los que ya partieron física o emocionalmente, nos hace ver a los ojos a esa vida que vestimos, pero que la hacemos funcionar en automático y que en este tiempo nos sacude para que le prestemos atención o sea para que nos miremos con una profundidad diferente, hasta que duela o nos ría el cuerpo, pero básicamente hasta que reaccionemos a lo que nos ha sucedido desde la última Navidad.

En un tiempo en el que todo pasa, la Navidad se instala en la mesa mucho antes de la Nochebuena, comienza por la preocupación banal de los regalos, pero a medida que pasan los días la Navidad nos genera un cimbronazo, no vuelve vulnerables, sensibles, nos emociona, nos recuerda que alguna vez fuimos mágicos y que por decidir ser adultos decretamos que la magia no existía, eso nos duele, aunque nadie jamás lo acepte, ni lo asuma, a todos los adultos nos lastima no ser un poco niños en esta época, porque es lindo creer y tener la certeza de que lo mágico sencillamente sucede…

Ante distintas fechas sobrevivimos, pero no ante la Navidad, de la que podemos ser parte o no, pero inevitablemente nos afecta, algunos con alegría y otros con tristeza, y es que en la Navidad queremos a todos los que amamos cerca, queremos volver a abrazar a nuestros abuelos y poder mirar a nuestros padres, queremos no tener cuentas pendientes con nadie y necesitamos pedir perdón, queremos que nos consuelen, que nos digan palabras dulces, que nos toquen el alma y sean cuidadosos al hacerlo, porque la Navidad nos hace mirarnos en el espejo más humano del existir, con todo lo que somos, con toda nuestra luz y nuestras peores sombras, con lo conseguido y con lo que soltamos en el andar.

La Navidad es la única época del año que no podemos obviar, no pasa desapercibida, no es para estar solos y aunque nos llenamos del bullicio de comidas, bebidas, y de regalos, fruto de necesidades innecesarias, a la hora de brindar, de atravesar ese momento mágico de la hora cero es cuando el corazón se nos apretuja y uno se da cuenta de que lo esencial es la mano que te está agarrando, es estar en paz con los sueños que se han luchado, es poder tener una razón para sonreír, es el amor que necesitamos de quienes caminan a nuestro lado, de eso se trata la Navidad, sin moños, ni obsequios contundentes, la Navidad es encontrarte en el corazón del otro y básicamente mirar hacia adentro y abrazar al niño que sigue deseando que la magia se eterna.

Feliz Navidad...