Varias compañías han lanzado dispositivos que utilizan una tecnología de impresión sin tinta y que se usan con el teléfono móvil.
El precio y superar lo anecdótico, la barrera a superar por estas impresoras portátiles.
El móvil ha matado las cámaras de fotos digitales, pero estas también tienen las mans manchadas de líquido de revelado: ellas acabaron con la fotografía impresa casi por completo con ayuda, más adelante, de Facebook y de otras muchas apps donde ahora almacenamos nuestras instantáneas.
Pero como todo vuelve y las modas son cíclicas, imprimir fotografías vuelve a tener cierto protagonismo en el mundo de los teléfonos con cámaras impresionantes y de los dispositivos cada vez más pequeños y eficientes.
Marcas como HP, Polaroid o Fujifilm se han aproximado a esta tendencia cada una a su manera, aunque todas comparten una misma tecnología: la impresión en papel que no requiere cartuchos de tinta.
HP tiene su Sprocket, producto que recomendamos para regalar por Navidad y que sigue siendo una de las opciones más completas para imprimir fotos con el teléfono. Polaroid tiene su ZIP, algo más barata y también con resultados de mucha calidad, dentro de lo que es este formato.
Las ventajas de estas impresoras son evidentes: se conectan al teléfono a través de una app y permiten imprimir cualquier foto, e incluso hacer retoques, meter bordes o escribir rótulos. La mezcla de la cultura Snapchat y del formato anticuado es también parte de su atractivo.
Cámaras a la antigua usanza
Si las impresoras no son lo vuestro, las cámaras que imitan a las viejas Polaroid son también una alternativa. Por supuesto, es algo menos práctico que tener la impresora en casa o en una mochila, pues al final llevas otro dispositivo más encima, pero la experiencia es diferente y obedece realmente a esa corriente 'retro' que impulsa esta nueva 'moda' de imprimir fotos.
Como no podría ser de otro modo, Polaroid tiene una cámara que hace honor al pasado de esta marca, la Snap Touch. Es quizá la cámara más minimalista y bonita de las que hay en el mercado, aunque la Fujifilm Instax quizá goza de más popularidad, justamente por lo contrario.
La Instax 8 es chillona y tiene colores varios, del rosa al amarillo, pero funciona muy bien, tiene accesorios para hacerse selfies, dar tonalidades distintas a las fotos y, por lo general, hacer el idiota como no se podía hacer con las cámaras de impresión instantánea de antaño.
Kodak corrió muy mala suerte con el salto a lo digital y a lo móvil, pero también tiene una buena cámara que imprime fotografías, la Super 8. Es la que más se parece a una cámara normal y corriente, por lo que eso quizá llame la atención de algunos, pero su funcionamiento es similar a las ya citadas.
¿Cómo funcionan?
Ya sea con la tecnología ZINK, que es una de las más populares; o por variantes propias de esta misma idea, estas impresoras y cámaras no requieren que se compren cartuchos, sino un papel especial.
Aquí está el negocio, claro: aunque ni cámaras ni impresoras son excesivamente caras, los cartuchos de papel sí suben el precio de todo este asunto. Un cartucho de 10 papeles puede salir por 10 euros tranquilamente, por lo que llenar una habitación de fotos no es algo viable económicamente con estos dispositivos.
A su vez, la calidad que ofrece esta impresión sin tinta no es tan buena como la de las impresoras fotográficas profesionales. El tamaño tampoco es su fuerte, pero esto casi puede ser algo positivo para quienes piensen en hacer collages o llevar una foto en la cartera o el monedero.
El mayor problema de estos dispositivos es que sean algo más que una anécdota o un detalle bonito porque, de nuevo, imprimir fotos es algo que ya no se hace y que es más una curiosidad que una costumbre. ¿Pueden estas cámaras e impresoras hacerse un hueco si tienen en contra tantos elementos?