1.566 días. 223 semanas. 51 meses. Es el tiempo que pasó desde que Jorge Mario Bergoglio comenzó su pontificado el pasado 13 de marzo de 2013 y no volvió a pisar la Argentina. Y no lo hará hasta nuevo aviso. Esta semana, se confirmó que el Sumo Pontífice viajará a Perú y a Chile en 2018. El argentino visitará por tercera vez Latinoamérica y, nuevamente, el país que lo vio nacer y con el que mantiene contacto permanente, lo verá pasar por el vecindario pero no estará incluido en la gira papal.
Como en los años precedentes, un tendal de especulaciones políticas se tejen al respecto. Desde una presunta mala relación o distancia con el gobierno de Mauricio Macri, las pujas internas de la Iglesia Católica criolla, o cuestiones de "estrategia" pastoral. Es cierto que, en calidad de máximo representante de un credo esparcido por toda la tierra, Argentina es sólo una pequeña porción territorial en un mar de millones de fieles y que el religioso debe encarnar una universalidad que trasciende a la nacionalidad argentina. Es habitual la comparación con otro de los pontífices viajeros, Juan Pablo II, que visitaba frecuentemente a su Polonia natal, o Benedicto XVI, cuya primer viaje como sucesor de Pedro fue a Alemania, país que visitó en dos oportunidades más.
Bergoglio nunca abandonó su "argentinidad". Incesantemente mantuvo contactos informales y audiencias privadas con sus coterraneos (famosos y no famosos), su fanatismo por el fútbol argentino sigue intacto, y realiza movimientos que no pueden dejar de ser interpretados en clave de política local, como cuando era un arzobispo de Buenos Aires. Las cartas de apoyo a la dirigente política Milagro Sala, encarcelada en el penal de Alto Comedero, o a Hebe de Bonafini, y los convites a la Santa Sede a personalidades como la procuradora Alejandra Gils Carbó, comparten el rasgo de ser adversarios a ultranza del macrismo. En paralelo, el Papa del "carisma" y de los gestos mantuvo una dosificada y prudente cuota simbólica con el gobierno de Mauricio Macri, a quien le brindó dos audiencias privadas.
Sin embargo, esta supuesta distancia hacia el PRO no puede ser entendida linealmente. Al igual que con el peronismo, Bergoglio cosecha un estrecho vínculo con algunos de los altos dirigentes de Cambiemos. A su vez, a diferencia de los años del kirchnerismo, la Iglesia argentina mantiene una pacífica convivencia con el oficialismo. Hasta la mejoró. El Presidente restituyó varios símbolos que la curia había perdido en la década pasada, como la participación de la máxima jefatura del Estado en los Tedeum o la atribución para designar a un obispo castrense, luego de la ruidosa polémica que dejó afuera a su predecesor en 2007, Antonio Baseotto. Tampoco es menor que la vicepresidencia de la Nación sea ocupada por Gabriela Michetti, una fiel creyente.
Desde este punto de vista, los adherentes de Francisco y sus nexos con la dirigencia local abarcan los extremos del espectro político. La gran mayoría de los líderes de los partidos más diversos y personalidades del mundo económico, deportivo y sindical utilizaron su imagen (ya sea fotos, cartas o llamados) para darles un uso proselitista o de autopromoción.
"El Papa no apoya, ni defiende, ni postula, ni sostiene a ningún candidato político. Los que dicen que los apoya es una farsa", dijo la periodista Alicia Barrios, íntima amiga de Bergoglio. "La noticia es que el Papa va a Chile y a Perú, no que no viene a la Argentina. Acá se está embarrando la cancha. Francisco no es nuestro, es el jefe del Estado del Vaticano", añadió en radio Rivadavia.
"Me da una profunda tristeza que no venga a la Argentina, me da pena", dijo el padre Fabián Báez, otro de los hombres cercanos a Bergoglio y conocido por subirse al papamóvil. El cura párroco de Villa Urquiza consideró que "debe ser una renuncia para él no venir" para el país, y supone que su resolución se debe "a elecciones que él hace con su ministerio".
"No creo que piense en el chiquitaje de la política argentina, él está pensando desde su rol de líder mundial, tiene un panorama global con criterios altruistas que van más allá de sus intereses personales", sostuvo. "Las veces que hablé con él nunca descartó su visita, pero por cuestiones de agenda no puede", concluyó el sacerdote.
Juan Grabois, uno de los referentes territoriales con más llegada al Vaticano, consideró que la cuestión política "no es el elemento crucial". "Puede llegar a tener más que ver con algunas situaciones de la iglesia argentina que por la relación con el Gobierno; son especulaciones que puede hacer uno sin ninguna sustentabilidad real", dijo el titular de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).
José María del Corral, director mundial de Scholas Occurrentes, aclaró que no habló con Francisco e indicó que "considera que no es el momento indicado para venir". "Es bueno que vaya a Chile y no Argentina porque no tiene que ser de paso. Es un buen gesto. Cuando venga a Argentina no va a ser porque esté cerca", afirmó. "Estoy seguro de que va a venir a Argentina en la madurez del proceso, en el momento justo, cuando los argentinos hemos ganado. Nosotros tenemos que estar bien y él vendrá, no al revés", completó Del Corral.
Sin embargo, algunas personas cercanas y analistas consideraron la omisión del viaje a la Argentina en clave sociopolítica. "Hace algunos meses me dijo que va a venir cuando sienta que es un factor de unidad, y pueda ayudar a sumar y no a dividir", señaló Gustavo Vera a este medio, uno de los dirigentes "laudatistas" y hombres de confianza del Papa. "Él siempre me respondió lo mismo: cuando sienta que pueda venir a unir a los argentinos lo va a hacer. Tiene muchas ganas de venir, sigue de cerca lo que pasa aquí".
El vicecanciller Andrés Cisneros, de extensa trayectoria diplomática bajo el gobierno de Carlos Menem, también atribuyó a posibles efectos no deseados que podría traer aparejada la eventual visita. "La sociedad argentina se caracteriza por tener una profunda grieta, y cualquier acontecimiento es tomado por ambos lados de la grieta como algo a favor suyo y en contra del otro", manifestó. "Supongo que entre los numerosos factores que deciden una visita papal, debe haber sido incluido el no querer que su figura sea tironeada por unos o por otros en una sociedad que, evidentemente, no está suficientemente bien preparada para convivir ni siquiera ante la visita de un Papa argentino", cerró el diplomático de la gestión de Guido Di Tella.
Humberto Podetti, especialista en Derecho de la Integración y conocedor de la actualidad latinoamericana, consideró que los destinos escogidos por Francisco tienen que ver por cuestiones de "prioridad" regional y el rol a desempeñar por la Iglesia en torno a los conflictos históricos.
"La visita tiene que ver con el ultimo conflicto armado en la región, que fue la Guerra del Pacífico. El tema está cerrado desde el punto de vista técnico y jurídico, pero tiene consecuencias que aún siguen lastimando al pueblo chileno y peruano. Él quiere ayudar en contribuir con tender un gesto entre los pueblos", dijo el director de la Cátedra Libre de Integración Latinoamericana y Caribeña de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
En su opinión, el eje de las giras de Francisco son para abordar temas de orden global, en los que el pensamiento latinoamericano tiene un papel que cumplir para ofrecer "soluciones humanistas" al mundo. "Mi lectura es que Argentina no necesita de una visita de él para ponerse de pie en estas cuestiones, hay naciones que necesitan más de su presencia, y por eso él las prioriza", consideró Podetti.
Eduardo Valdés, ex embajador en el Vaticano, reflexionó en la misma clave que Podetti y analizó la elección de cada destino. "Brasil lo hereda de Benedicto XVI. En la gira de Ecuador, Bolivia y Paraguay habló sobre la salida al mar y desbalanceó con Chile y Perú. Se debía una visita a estos dos", contó. Antes, había tenido injerencia en el conflicto armado en Colombia con las FARC, y por eso este año visitará a dicho país tropical. "El Papa decide meterse en el proceso de paz y convoca al Vaticano a Santos y a Uribe. Es medio un garante de esa paz y entonces decidió ir a Colombia", consideró.
Las teorías sobre el liderazgo de Francisco y la raíz de sus decisiones son múltiples y variopintas. El investigador y sociológo del Conicet-UBA Fortunato Mallimaci analizó en un artículo la explicación de este fenómeno. El especialista señala que hay tantos "papas" como "intereses de clase, género, políticos, de derechos, de sociabilidad y religiosos" existentes, y afirma que interpretación eclesiástica sobre Francisco es "solamente una más en el mercado de las visiones del mundo".
Carl Schmitt, uno de los más importantes teóricos del pensamiento político, decía que la Iglesia tiene la capacidad de abarcar los polos opuestos de la sociedad. Es como la cabeza de Jano: presenta una doble cara donde los extremos no son antagónicos y tampoco es necesario reconciliarlos. Por eso es que existieron en la historia catolicismos conservadores, reaccionarios, progresistas, de izquierda y revolucionarios. Hay en esa particularidad una "forma política" que lo habilita, basada en el principio de representación de Cristo. En el caso de las explicaciones sobre el actuar de Francisco, parece aplicar este principio.
En uno de los apartados de El príncipe, Nicolás Maquiavelo intentó describir la esencia de los Estados eclesiásticos. El florentino señalaba: "Estos príncipes son los únicos que tienen Estados y no los defienden, [tienen] súbditos y no los gobiernan (…). Solo, pues, estos principados están seguros y felices. Pero, como están regidos por una razón superior a la que la mente humana no alcanza, dejaré de hablar de ellos". Su consejo resuena en la actualidad.
Fuente: Infobae