Vengo de andar en la ciudad todo el dìa. Me cae en el celular el enésimo whatsapp del día que se nos fue el “Turco”.
Pienso mientras camino, cuántas de los lugares que uno transita han sido relatado con maestría por esa narrativa costumbrista de Osvaldo.
Es que el sujeto en cuestión no es cualquier narrador. Llevo a la gente y al pueblo las formas más populares de ser universal pintando su aldea. Por eso el Pancho Percello y Liborio Sosa gigantes protagonistas de los Atenas De Rio Cuarto-Estudiantes tuvieron el mismo ahinco y la misma sapiencia que contarle al hombre de a pie el tiro libre inolvidable de Daniel Willington, quien era el “Pato” que la rompía en Nueva Italia, o contarle que el Miguel Laciar y Diaz eran de acà y glorias de allà, que Pablito es un crack pero que el “Payo” Aimar en Banda Norte Aabn sigue dejando su estela por más que el “verde” del Parque Sarmiento no viva sus mejores días.
Y narrarle que el “Jota” Yrigoyen ha hecho goles que todavía se gritan en Colombia y en su San Lorenzo querido, Pitarch robaba y las entregaba redonda acá y en el “celeste” de la Avenida España, dónde su papa don Alfredo estaba en las boleterías.
Arrancó en el 79 en la vieja LV16 cuando Tribuna Deportiva estaba en la transición de Musto-Ortiz a la nueva camada. Ese mismo año Boca-Peñarol fue el debut como relator de ese pibe de 22 años que apuntalado por “Cacho” Ortiz ya pedía pista.
Y vino el Mundial 82 y toda la saga de citas ecuménicas. Y vinieron Jose Marìa Muñoz, Victor Hugo Morales y Victor Brizuela para hacerle narrar como ninguno a los de Còrdoba Capital y a los 5 grandes.
Pero el “turco” siempre esperaba el último colectivo dominical a Rio Cuarto para estar rápidamente con Gladys y sus hijas, simplemente porque el “turco” es de acà, del mismo lugar que escribìa con la misma fruición sobre “las turcas de Sol de Mayo”, de Xanadù, de las fintas del “Turco” Jaluf y de la solidaridad del “Poroto” Ficco.
Tan de acà era que hizo trinchera con nosotros en el Quatro, pese a que Pasión Deportiva lo tironeaba para Còrdoba, brillò en la Maradó con el gran Javier Albarracin, el sapiente Claudio Hernan Ledo y el ocurrente “pato Donald” de Cucù. Me tocò también en un inolvidable verano darle el adiós al histórico Bar Imperio con Osvaldo, en su otro lugar en el mundo, Santa Rosa de Calamuchita.
Como decía el querido Hamlet Lima Quintana en Crònica de un semejante nos “duele tanto tu ternura”.
Abrazo grande querido Osvaldo, hasta siempre